Miércoles, 31 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6254.
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JUAN LUIS GALIARDO Actor y productor de cine y teatro
«A los políticos de aquí les vendrían bien unas lavativas; la lavativa crea humildad»
Hace cinco años puso cara al furibundo Don Quijote de Gutiérrez Aragón, y ahora este señor excesivo e imparable produce y protagoniza la película 'Miguel y William', de Inés París: un encuentro entre Cervantes y Shakespeare
BORJA HERMOSO

MADRID. - Adentrarse en solitario por los ignotos territorios de la bestia Galiardo -por el coqueto salón de su casa, vamos- supone aventura de las gordas, pues todo puede pasar. Lo que pasa es que, hoy, el viejo galán de lazagas y ozores extinguido luego por el productor y actor de qualité ha quedado a comer con amiguetes, y eso no hay quien se lo salte. Si además los amiguetes se llaman José Luis García Sánchez, Manuel Gutiérrez Aragón y Víctor García León, pues el tribulete sabe de antemano que cuando haya que cortar, habrá que cortar, porque pelear contra el hambre y la amistad es tontería.

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Y la cita es todavía más ineludible porque el dueño de la casa quiere enseñarles justo hoy Miguel y William, que no será la última locura de Mel Brooks, pero sí la última locura de Juan Luis Galiardo. Pero a pesar de la agenda y de un catarro colosal del entrevistado sí que queda margen para la conversación, torrencial, en el caso del interfecto, que quiérase o no se quiera, es un testigo ineludible de los últimos 40 años del cine de este país.

Miguel y William (estreno, el viernes) es una película muy poco habitual y muy discutible de la directora Inés París que Galiardo produce y protagoniza, construyendo un Cervantes frágil y vulnerable, cinco años después de haber sido Quijote a las órdenes de Manuel Gutiérrez Aragón. Sólo Peter O' Toole había encarnado antes sucesivamente al genio de Alcalá y a su universal personaje.

Pregunta.- ¿Y por qué Cervantes, después del Quijote?

Respuesta.- Cuando un actor como yo recupera su verticalidad emocional, lo que busca son ya personajes que le dignifiquen y que complementen ese pequeño poliedro con el que va confeccionando su verdadero ser.

P.- ¿Y en qué nivel le dignifica Cervantes?

R.- La propuesta de mi personaje en esta película es romántica. Hablo como actor, no como productor, ¿eh? El actor Galiardo ve en Cervantes el complemento de la mirada romántica con la que yo hice aquel Quijote, que no era una película para mayorías, pero que llegaba a emocionar. A los otros quijotes que yo había visto antes les faltaba ese romanticismo... yo lo complementé.

P.- Una mirada más romántica... ¿y más vulnerable, también?

R.- Seguramente. Pero sobre todo en mí había un romántico que se defendía con sus brotes de locura. O sea, una mirada romántica y rabiosa. Estaban fundidos el amor y la rabia, que es una de las formas que tiene el ser humano para vivir. El miedo como motor del universo nos lleva a la rabia. Y el amor dulcifica nuestro dolor y nuestra rabia contra lo que no comprendemos.

P. - ¿Este país es quijotesco, como se dice, o eso es puro mito?

R.- No, sí lo es. No nos damos cuenta pero somos quijotes en muchos aspectos. No nos distanciamos y no nos vemos, no nos enteramos. Pero sí somos quijotes.

P.- Una de las claves en la vida de este país, la falta de perspectiva...

R.- Claro. No tenemos. Por eso yo pido siempre asistencia psicológica antes que odontológica. Dicen: «España necesita dentistas». ¡Qué coño, necesita psiquiatras! Por lo menos, el Parlamento necesita urgentemente un equipo de psiquiatría. Un psiquiatra consigue que coloques muchas neuras no asumidas en un plano donde veas tu otro yo, el yo oscuro del inconsciente.

P.- Ya, pero con la que cae, para los políticos de este país, no parece que vayan a bastar los psiquiatras...

R.- Sí, sí... ¡y sesiones durísimas de electroshock! Y ansiolíticos. Y unas buenas lavativas, que eso les vendrían muy bien. La lavativa crea un estado de humildad.

P.- La humildad también la tiene el Cervantes de esta película...

R.- Sí, ¡ah, sí!, volvamos al tema, porque todo esto es muy agradable y yo estoy muy encantado y nos tiraríamos horas. La película trata del momento en que Cervantes ha abandonado la literatura y ha tirado la toalla, y a mí me encanta, me encanta el momento del perdedor. Es un ejemplo para una sociedad que sólo quiere ganadores.

P.- Ahí no habla el Galiardo actor o productor de cine o de teatro, sino que habla el ciudadano, ¿o no?... a pesar de ser usted un ganador.

R.- Bueno, pero un ganador relativo. Ahí está un cúmulo de hijos y de mujeres a las que he amado, personas con las que hago un debate diario de amor, seres que han desaparecido de mi vida... en fin, yo tengo una inteligencia emocional. Y cuando alguien vive en la emoción lo comprende todo. Mi abuela Victoria me decía: «Las pasiones se desgastan, y nos quedan los sentimientos, las emociones».

P.- Volvamos por segunda vez a Miguel & William. Perdone, pero ¿no era éste un proyecto un tanto presuntuoso en su punto de partida? ¿Juntar a Cervantes y a Shakespeare? ¿Pero a quién se le ocurre?

R.- Yo he querido verlo en su dimensión más elemental. ¡Es que yo querría haberle visto haciendo caca!, o sea, en su dimensión más humana, más pequeña. Y a mí me convenció una cosa: a mí el sexo me ha podido en un momento dado y recuerdo que antes hacía viajes a Benidorm en auto-stop para buscar amantes. A esa edad. A la edad de Chéspir [así lo pronuncia Galiardo]. Cuando Inés París me propuso que Shakespeare, cachondo cual burra paridora porque no puede follarse a una señora, y en plena crisis de creatividad, se venga a España a buscar ese coñito, yo me dije: «Yo, como pasional Galiardo, me lo creo».

P.- En este país se habla sin parar de Cervantes, pero casi nadie se ha leído el Quijote. ¿Encierra esta película alguna intención didáctica o divulgadora, como de animar a la gente a que se meta en Cervantes?

R.- Te garantizo que no. Nada de didactismo. Y digo la verdad, porque yo tengo una salud mental que me impide ya estar en la falacia... de hecho, mira, ahora estreno Humo, una obra de teatro sobre la mentira. No. Yo he hecho esta película porque el personaje me atraía profundamente; eso es lo que siempre me hace tirar del carro de una película, mi admiración por el personaje. Bueno, eso y que tenga una viabilidad económica y la posibilidad real de llegar a los espectadores, claro.

P.- Y todo eso, con humor, siempre con humor.

R.- Porque no soporto la densidad. Para eso, hay cátedras de literatura. Esta película no admitía la densidad. Esto es una ficción delirante inventada para entretener.

P.- Sin embargo, eso de la densidad y eso de la intensidad, en la vida real sí que le van a Galiardo, ¿no?

R.- ¡Hombre! Como comprenderás, en mi vida yo he sido muy intenso... y soy intenso.

[En ese momento suena el teléfono. Es José Luis García Sánchez, recordándole a Galiardo que han quedado para comer. Galiardo le recrimina que, la víspera, se encontraran y García Sánchez no le quisiera dar un beso: «¿Por qué no me quisiste dar un beso, hombre? ¿Es que creíste que nos podían confundir con homosexuales o qué?»]

P.- Gran tipo, José Luis García Sánchez.

R.- Hacemos juntos los Esperpentos de Valle-Inclán, ahora, tres tv movies para televisión. Sí, un gran tipo, inteligentísimo. Pero su hijo Víctor es mejor cineasta que él [en voz baja]. Un cineasta cojonudo. Bueno, estuve cabreado un rato con él porque el personaje de esa película...

P.- ¿Con Víctor García León, el director de Vete de mí?

R.- Sí, ¡bueno, cabreado, no...! Es que me dije a mí mismo: «¿Por qué no he hecho yo ese personaje que ha hecho Juan Diego?». Pero luego me dije que no, que ese personaje de perdedor absoluto no lo podía hacer yo.

P.- ¡Pero si antes me ha dicho que le gustan los perdedores!

R.- Sí, pero yo soy un perdedor interior, pero no sirvo para hacer de un perdedor exterior tan grande como Juan. No os lo hubierais creído tanto. Mi gesto grande, todo tan grande, y Juan es más pequeño de todo, de tamaño, de gesto, de todo... no sé, es como Gassman y Mastroianni. Yo necesito una vuelta de tuerca más, como Gassman, para hundirme del todo. Pero yo creo que ahora en los Esperpentos de Valle-Inclán, podemos estar descomunales los dos. Es que Valle-Inclán es la Historia de España. Era un psicólogo de este país. No hace falta ir al psiquiatra. Hay que ir a ver a Valle.

P.- Y después de Valle, ¿qué le queda por hacer?

R.- Pues no sé... es que yo no pensaba llegar a esta edad. El 2 de marzo voy a cumplir 67 años. Yo creo mucho en el destino. La vida nos marca. Fabricantes del destino, no. Desconfío. No sé lo que va a suceder. Hago planes a muy corto plazo. En estos momentos, por ejemplo, ir al teatro todos los días, a hacer mi terapia...

P.- Y cuando está usted fuera de los escenarios y de los rodajes, ¿sigue actuando?

R.- Dicen que cuando juego al dominó, sí.

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