LONDRES. - Daniel Radcliffe lleva el torso desnudo, perfectamente modelado tras sesiones de siete horas en el gimnasio. El vello que emerge bajo su pantalón vaquero le da un aire de nuevo macho, sexy, atractivo.
Daniel se abraza a un caballo blanco llamado Nugget, su favorito, lleva su vista perdida hacia el cuerpo de Joanna Christie, sólo ocupado por unas braguitas negras. No son más -ni menos- que un par de escenas de Equus, el ya célebre libreto de Peter Shaffer estrenado en 1973 en el Old Vic Theatre y que pronto volverá a sacudir Londres.
Esta vez en las tablas del teatro Gielgud, que en su página en internet recomienda: «Esta producción no es recomendable para los niños».
Pero, ¿acaso ése que aparece en escena no es el mismísimo Harry Potter?
Así es, Harry en persona. Sin su cicatriz en forma de rayo en la frente, sin sus gafitas de niño modosito, sin su cara de niño; engañando con otra a la presumida, listilla y pizpireta Hermione Granger, su aliada inseparable de la escuela de magia Hogwarts.
¡Oh, Harry se ha hecho mayor! En Equus sale desnudo, con una imagen que nada tiene que ver con la que, a lo largo de siete películas (una aún por estrenar), Daniel ha construido a lo largo del tiempo para el niño-mago. Si no fuera él, probablemente no pasaría nada. Pero lo es. «Como padres, sentimos que Daniel no debería aparecer desnudo. Nuestra hija de nueve años ve en él un modelo a seguir. Estamos muy disgustados y no iremos a ver sus futuras películas», reza, tal cual lo difundía ayer el Daily Mail, uno de los muchos mensajes de desaprobación de progenitores indignados por el último truco de Harry.
«Daniel no quiere dejar a Harry, pero quiere demostrar que es un actor absolutamente capaz de interpretar diferentes papeles. Tiene un apoyo magnífico por parte de los seguidores de Harry Potter», lo ha defendido su representante, Vanessa Davies.
Será puritanismo, desilusión, pacatería, pero hay quienes se preguntan, indignados, cómo es posible que los padres de Daniel lo hayan dejado subirse a escena en cueros, cómo le han permitido que se abrace con ternura a un caballo o cómo consienten que una adolescente desnuda lo acaricie.
Será la curiosidad, o el morbo, o la pasión por el teatro sin más explicaciones, pero ya hay dificultades para conseguir entradas.
David Pugh, el productor de la obra, se lleva las manos a la cabeza. Está de acuerdo -y así se ha hecho- en que se advierta a los padres que hay escenas en las que algunos personajes salen desnudos. Nada más. «No voy a entrar en el juego de si un niño puede o no puede ver la obra porque tiene 11 ó 14 años», dijo, como ya informó EL MUNDO, hace un mes.
Entonces era una ensoñación la imagen de Harry/Daniel desnudo. Ya no. Este chico ya no tiene pinta de hacer trucos de magia. Ahora deja ciegos a los caballos, se enamora de ellos y vive en un mundo que sólo el psiquiatra Martin Dysart es capaz de entender. Bienvenidos, pues, al estreno de Equus o de cómo Harry Potter se hizo mayor.