Miércoles, 31 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6254.
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 CULTURA
TEATRO 'Un enemigo del pueblo'
Incendiaria y grandiosa
JAVIER VILLAN

'Un enemigo del pueblo'

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Autor: Henrik Ibsen. / Versión: Juan Mayorga. / Dirección y escenografía: Gerardo Vera. / Interpretación: Ester Bellver, Enric Benavent, Elisabet Gelabert, Chema de Miguel, Olivia Molina, Francesc Orella y otros. / Escenario: Valle-Inclán.

Calificación: ****

MADRID.- Una obra llena de grandeza y de miseria, una dialéctica entre democracia y corrupción. Y un montaje que responde a esa grandeza. Ésta es la verdad sencilla y clara: se está envenenando a una ciudad, se vende como salud una fuente insalubre de ponzoña que es, a la vez, la prosperidad de esa ciudad. Un balneario. Ésta es una obra cumbre que no trata del egocentrismo de un hombre justo, sino del valor de la verdad, de la corrupción política, de la manipulación perversa de los medios de comunicación y su dependencia del poder.

El conflicto principal de Un enemigo del pueblo es la degradación de la democracia, el uso de la voluntad popular como legitimación de todo tipo de latrocinios. El discurso del doctor Stockman, un brioso y berroqueño Francesc Orella, se plantea como una diatriba incendiaria contra el sufragio universal.

Mas atribuir a Ibsen, Gerardo Vera y Mayorga intenciones liberticidas antidemocráticas es, a todas luces, cosa improbable e inimaginable. Lo que se cuestiona aquí no es la democracia en sí, sino las consecuencias indeseables de una democracia pervertida; y la complicidad en el engaño, de los medios de comunicación. Medios y periodistas son no sólo adictos al poder, sino verdaderos sicarios, ejecutores de consignas implacables.

El dilema que plantea Ibsen no es minoría o mayorías dirigentes, sino mayoría gregaria manipulada y linchamiento del contrario. Un enemigo del pueblo viene como anillo al dedo en estos tiempos en los que una espúrea razón de Estado suplanta la verdad y en los que la honradez es un ejercicio heroico y la impostura una fiesta macabra.

Un enemigo del pueblo cala hondo y turba por la crudeza de su discurso político. Tiene momentos estelares de vibrante confrontación pública y de exactos movimientos de masas; por ejemplo, la asamblea que, con el ejercicio de un irritante filibusterismo oratorio, declara culpable al doctor Stockman: un enemigo contumaz, según su propio hermano, el alcalde, del progreso y la prosperidad. Espectáculo grandioso, de fuerte trazo expresionista. Interpretación notable en líneas generales; un Francesc Orella que impregna de sinceridad y rabia su personaje, un Enric Benavent insuperable en la doblez del hermano corrupto, y un convincente Elejalde en el cínico y alquilón periodista, son algunas muestras. La dialéctica entre integridad moral y corrupción política lleva a una conclusión desoladora: la prostitución de la democracia, su taimada distorsión por la falta de escrúpulos de las mafias dominantes.

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