ESPAÑA 25
ALEMANIA 27
Barrufet
Tomás (1)
Belaustegui (1)
Ch. Rodríguez (-)
Romero (7, 4p)
Uríos (8)
Davis (-)
Hombrados
A. Entrerríos (3)
R. Entrerríos (3)
Garabaya (1)
R. García (2)
J. Pérez (-)
Fritz
Kehrmann (4)
Zeitz (3)
Preiss (2)
Roggisch (-)
Jansen (6,4p)
Kraus (2)
Bitter
Hens (3)
Glandorf (5)
Kaufmann (-)
Scwartzer (2)
Arbitros: Abrahamsen y Kristiansen (NOR)
KÖLN ARENA. 20.000 ESPECTADORES.
Descalificados: Romero, Davis, Belaustegui, J. Pérez, Roggisch, Schwartzer, Preiss y Glandorf.
Marcador cada cinco minutos: 1-3, 3-4, 5-7, 8-10, 9-13, 12-15 (descanso), 15-17, 16-19, 19-21, 22-23, 23-25 y 25-27.
COLONIA (ALEMANIA).- Cayó España en la mansión de la anfitriona. La campeona abandona el Mundial en los cuartos, de forma precipitada, sin poder dar la cara en el reparto de medallas. Tras el oro de Túnez y la plata en el Europeo de Francia, la selección sale despedida de la terna noble del balonmano internacional después de firmar un campeonato mediocre. En ocho partidos, nunca asomó el nivel esperado de un grupo que se proclamó campeón del Mundo hace dos años. Y en el momento definitivo, al filo del abismo, se dejó llevar al pozo de la privilegiada anfitriona.
Del combinado de Juan Carlos Pastor, sólo Rolando Uríos y los porteros aparecieron para que el encuentro siguiera vivo durante los 60 minutos. Pero ellos no pudieron hacer que España creciera, que aprovechara su superioridad técnica para acumular un colchón de goles de distancia. Había que evitar que los colegiados pudieran manchar el resultado con la cita equilibrada, pero el equipo no lo logró. Entró de lleno en el cuarto oscuro y salió magullado.
La selección nunca estuvo por delante en el marcador ante un rival agigantado por las 20.000 personas que hacían vibrar el Köln Arena. Su pobre juego la arrastró al peor escenario posible y allí la remató la pareja arbitral. El victimismo no debe empapar el análisis sobre el discreto rendimiento del conjunto en la competición, pero sí existen elementos objetivos de queja ante los jueces.
La pareja noruega machacó a la selección en los 10 minutos finales con meridiana injusticia en sus veredictos. Se levantó España en el tramo decisivo y logró empatar volviendo de la bruma, recortando distancias de hasta cuatro goles.
La defensa de Juan Carlos Pastor sólo se ajustó en la segunda parte, mientras en el arranque los alemanes lanzaron contra Hombrados siempre en posiciones cómodas. Khermann y Glandorf mordían. En ataque se acumulaban pérdidas y errores prohibidos en unos cuartos de final. Los dos primeros lanzamientos desde siete metros se fallaron y la portería germana desbordó de moral. Con Juanín García en la grada por decisión del entrenador, fueron Iker Romero y Víctor Tomás los que no supieron batir a Fritz. El primero lo tiró al larguero en una suave vaselina. Seda contra la industria pesada alemana, que entró en la refriega con más tensión.
Sin realizar un partido soberbio, los dueños de la grada domaron la pugna desde la velocidad y la contundencia, desde el lanzamiento y el cara a cara. A España le faltaron tablas en el primer tiempo para no achantarse ante las provocaciones. Miradas a los ojos, gestos altaneros, golpes sucios a Uríos en el pivote. Guerra callejera. Roggish inundó el oído de amenazas al joven Tomás cuando éste debía lanzar un siete metros. Lo falló.
Dos, tres goles, cuatro... La ventaja alemana oscilaba en función de los arreones de España, que intentaba resistir innovando (11-9, min. 21). Davis en el extremo se secó, y Uríos era taponado por dos y tres defensores. Desde fuera el lanzamiento tampoco fluía, por lo que los ataques se convertían en una sucesión de movimientos casi desesperados. Raúl Entrerríos, que relevó a Chema Rodríguez en la dirección, aguantó el tipo dando ritmo y buscando la red. Iker Romero se perdía en batallas, mucho más acelerado de lo conveniente. El plan alemán funcionaba.
Pero la campeona no se amedrentó. Combatió en la segunda parte viajando en el orgullo más que en el buen juego. Las manos de Davis empezaron a moverse rápidas en defensa, los pivotes cerraban el paso y Hombrados, ya en pista, selló los rincones del marco.
Apretaba el Köln Arena por los incansables gritos de los hinchas, pero Alemania temblaba en la pista. Uríos acampó entonces en el borde del área enemigo y sumó cuatro goles consecutivos. Seguía España cerca, sin capacidad todavía de empatar. Alberto Entrerríos e Iker metían nervio en acciones individuales. Romero marcaba y mandaba callar al desobediente pabellón. Subían los decibelios como respuesta, porque Colonia quiere que Alemania levante la copa del mundo aquí el domingo.
Fueron dos clase media, García Parrondo y Raúl Entrerríos, los que tiraron de forma definitiva de la camiseta. Este último empató la cita a 23, a falta sólo de nueve minutos para el final. España aparecía en el cruce clave con los puños cerrados y convencida de que la victoria no era una utopía. Los ataques alemanes eran torpes ante Hombrados. La semifinal esperaba.
Hasta el momento, la pareja arbitral había pasado sutilmente inadvertida. No tuvieron que intervenir por la desigualdad del encuentro, pero en el momento oportuno sacaron pecho alemán. España fue devorada. Con empate a 23, una rigurosa exclusión de Belaustegui permitió respirar a la anfitriona. Volvió a escaparse con dos goles de ventaja mientras a los Entrerríos les pitaban faltas inexistentes de ataque y el juego ofensivo sufría con la perenne amenaza del pasivo. Enfrente, los jueces nórdicos dejaban que Alemania eternizara sus ataques sin castigo. Los de Pastor se colocaron a un solo gol (25-24), pero entonces Juancho Pérez fue expulsado de manera ilegal. La selección terminó jugándose la vida con un hombre menos. Un penalti falso cerró la contienda.