CAYETANO GONZALEZ
¿Quién se acuerda ya de los dos ciudadanos ecuatorianos afincados en España -Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio- asesinados por ETA en el atentado cometido en la T-4 de Barajas hace un mes? Tengo la impresión de que, descontando su entorno familiar, que tanto sufrió a distancia la lenta y angustiosa recuperación de los cadáveres, muy pocas personas tienen actualmente en su memoria y en su recuerdo a estas dos nuevas víctimas. Su olvido es uno de los efectos más perversos de la acción terrorista y de eso los españoles sabemos algo, porque durante muchos años -el asesinato de Miguel Angel Blanco en julio de 1997 supuso a esos efectos un punto de inflexión- fueron las grandes olvidadas.
Pero, con ser ese olvido de las dos víctimas del último atentado de ETA una cuestión preocupante, no lo es menos comprobar cuál es el momento actual de la lucha antiterrorista. Cada día que pasa desde la fatídica fecha del 30 de diciembre va quedando en evidencia que la primera reacción del presidente del Gobierno fue la buena. Dije entonces en estas mismas páginas, y reitero hoy, que la expresión utilizada por Zapatero de «suspender» el «proceso» no fue ni casual ni un lapsus. Fue una forma muy calculada de transmitir su intención de que, a pesar del atentado, iba a seguir intentando lograr el final de ETA mediante la negociación política.
Y en eso está el presidente. Para protegerse de los chuzos de punta que le llovieron tras el bombazo de la T-4, lanzó a la opinión pública la idea de un gran consenso de todos los partidos e hizo un guiño especial al PNV.
La realidad a día de hoy es que la recuperación del único gran consenso que ha funcionado en el pasado reciente -el del PP y el PSOE en el marco del Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo- se muestra como una misión imposible. Zapatero no quiere un entendimiento sólo con el PP. Prefiere buscar el acuerdo con partidos que nunca se han implicado de verdad, a fondo, para acabar con ETA. Éste es el caso del PNV, que, amén de llevar gobernando 27 años en la Comunidad Autónoma Vasca y al que alguna responsabilidad por la continuidad del terrorismo habría que exigirle, no ha apoyado ninguna de las medidas que en los últimos 10 años se han adoptado desde el Estado de Derecho para acabar con la banda terrorista.
En estos últimos días hemos podido asistir al resurgimiento del auténtico PNV: el que desafía en la calle a los jueces; el que pide medidas humanitarias para De Juana Chaos; el que califica de antidemocrática la Ley de Partidos. Y con ese PNV es con el que quiere pactar Zapatero la política antiterrorista.
Hace tiempo que el presidente renunció a la derrota de ETA y eligió la senda de la negociación. Después del atentado de Barajas se ha reafirmado en esa opción. Será de su responsabilidad y de la de todos los que le apoyen en ese camino -desde dentro de sus filas y desde fuera- el fiasco que puede seguir cosechando.
Será de su responsabilidad la profunda división que ha producido en la sociedad española. Será de su responsabilidad el enorme desprecio a las víctimas del terrorismo que supone seguir la vía de la negociación.
De momento, a todos los que no estamos de acuerdo con este estado de cosas nos queda el recurso a la resistencia civil y democrática. Una buena ocasión para ejercitarla será acudir a la manifestación convocada para el próximo sábado en Madrid por el Foro Ermua, con un lema que no deja lugar a dudas: Por la libertad. Derrotemos juntos a ETA. No a la negociación.
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