JOSÉ MANUEL VIDAL
MADRID.-
En España se impone el «laicismo radical», el «relativismo moral», «la teoría de género» y el «nuevo agnosticismo». Ése es, al menos, el diagnóstico del cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, quien, para superar «este momento histórico delicado» propone «la vuelta a la Constitución Española de 1978».
En una conferencia pronunciada ayer en el Club Siglo XXI, el purpurado madrileño insistió en que, «si queremos despejar las incertidumbres que se ciernen sobre nuestro futuro», hay que volver al consenso de la Transición, es decir, a una Constitución que, para Rouco, fue «asumida como un compromiso moral por todos los españoles» y abrió para España «las puertas históricas de un nuevo futuro de libertad, solidaridad, justicia y paz».
El cardenal, que analizó en profundidad el derecho a la educación, criticó de nuevo la LOE, acusándola de no haber conseguido «restablecer el equilibrio jurídico entre el principio de la universalidad del derecho a la educación y el de la libertad de enseñanza».
A su juicio, el sistema educativo español dio «frutos evidentes», como la escolarización gratuita o la ampliación de la edad escolar, junto a «lagunas estructurales» como «los fallos pedagógicos de su funcionamiento».
Más en concreto, Rouco arremetió contra «la Educación para la Ciudadanía», porque impone «una conciencia moral cívica» e introduce en su programación la «teoría de género».
En cambio, el presidente de los 78.000 religiosos españoles, Alejandro Fernández Barrajón, explicaba también ayer en rueda de prensa que los religiosos no están «en contra de esa asignatura», porque es «un proyecto legítimo del Gobierno» y «una necesidad».
Respecto al proceso de paz en el País Vasco, el padre Barrajón dijo que «la paz es un bien superior que hay que buscar por encima de todo, y un horizonte irrenunciable». Pero, a renglón seguido, el presidente de la Conferencia Española de Religiosos (Confer) agregó que el diálogo en busca de la paz se debe buscar «siempre que este proceso cumpla ciertas condiciones esenciales: que la paz no se construya al margen de la justicia ni de las víctimas, que no se negocie con los terroristas y que no se pague un precio político».
Según Barrajón, la paz no puede construirse «de espaldas a la Justicia donde hay delitos de sangre»; pero, «cumpliéndose estos requisitos, Gobierno y sociedad deben ser totalmente generosos con las víctimas y con los verdugos, para acercarnos a este bien superior de la paz y acabar con la lacra del terrorismo», concluyó el religioso.
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