Miércoles, 31 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6254.
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Ciencia
Economía
Motor
Deportes
Cultura
Comunicación
Última
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
La sociedad está bien ordenada cuando los ciudadanos obedecen a los magistrados y los magistrados a las leyes (Solón)
 ESPAÑA
Algo de luz en el calabozo
Padres, abogados y afectados se unen y constituyen Faro, la primera asociación contra la impunidad de los abusos policiales
PEDRO SIMON

MADRID.- En un caso fue un joven aporreado en las plantas de los pies. En otro, un menor que sufrió una denuncia sin pruebas. En el de más allá, unas vejaciones a oscuras y sin testigos... Los ciudadanos sin patria víctimas de los abusos policiales andaban por ahí, desnortados, dando tumbos sin saber adónde dormir. Hasta que, chapoteando en los albañales del Estado de Derecho, encontraron su patria ineludible y común: estar juntos al menos.

Publicidad
El país que nace llega con vocación de sol, tiene las fronteras de un asociación asamblearia, se llama Faro y trae visos de aglutinar a los Familiares y Afectados de la Represión Organizada.

La puesta de largo fue ayer en el Ateneo de Madrid, en el propio habitáculo que fue despacho de Manuel Azaña, presidente de la institución y de la Segunda República. Fue muy gráfica la proclama de Manuel Menasalvas, fundador del colectivo y padre de Enrique, un joven que ha logrado imputar milagrosamente a uno de los policías que presuntamente le dieron una paliza. «Si nos tocan a uno, nos tocan a todos».

El toque a rebato se produce ahora porque, según los impulsores de Faro, se ha percibido en el Estado español un «notable incremento de denuncias ciudadanas contra los abusos de la autoridad, la brutalidad policial, las torturas a personas detenidas, la denegación del habea corpus...». Lo habitual es que ninguna de esas denuncias llegue a nada y que la impunidad sea la norma. Hastiados de tanto no, David se sacude el polvo y mira a Goliath.

El Centro de Documentación Contra la Tortura constató al menos 115 casos de personas que murieron en 2006 bajo custodia de las Fuerzas de Seguridad del Estado y los colectivos de defensa de los derechos humanos ya han apercibido de un repunte de la contundencia policial.

«Habiendo sufrido en nuestras carnes o en las de un familiar abusos, detenciones y torturas por parte de la Policía, y en algunos casos habiéndonos visto implicados en montajes judiciales, en diciembre de 2006 dichos ciudadanos hemos tomado la decisión de organizarnos. Unidos nos será más fácil denunciar lo que día tras día se está convirtiendo en un fenómeno común en nuestra sociedad», señalaban ayer los cuatro valientes que osaron encender la luz: el abogado Servando Rocha, Tiziana y Manuel (dos padres con hijos en apuros) y Jaume, un joven que denuncia ser víctima de un rosario de imputaciones fabuladas (destrozos de mobiliario, lesiones...) por sustituir la bandera de España por la de la República tras una manifestación por la vivienda.

La idea es ir haciendo acopio de casos, trasladar la situación a los partidos políticos y a quien toque para que intervengan, actuar como un imán que atraiga a los atribulados y ayudar a desliar la madeja a esos padres y madres que ayer se confundían entre los periodistas, buscando respuestas mordisqueando la capucha de un boli.

«España ignora las recomendaciones de Naciones Unidas contra la tortura», comentaba ayer Jaume d'Urgell, uno de los integrantes de la asociación. «¿Por qué si hay cámaras en cada esquina no las hay en cada rincón de las comisarías? ¿Qué temen?».

Se enciende Faro ahora. Si se les pregunta a los padres que escuchaban y asentían, les dirán que le puede pasar a cualquier. Simplemente por «encontrarse en el lugar equivocado». Sólo por aparecer «en el momento más inoportuno».


El menor Boris y la Comisión Europea

Boris tenía 15 años cuando sucedieron los hechos. Junto a un amigo, acudió a una manifestación antirracista, al final de la cual hubo bronca. Dice Boris que lo único que hizo fue acudir a la protesta y luego poner pies en polvorosa, porque allí las cosas se estaban poniendo feas. Cuenta que fue detenido, agredido, obligado a desnudarse en comisaría y vejado por un agente. «Seguro que eres maricón, como el de la tele».

A Boris se le ofreció declararse culpable para ver rebajada su condena a cuatro fines de semana de arresto domiciliario. Nunca lo hizo, a pesar de lo cual, no se sabe bien por qué, se la redujeron igualmente.

Los malos tratos y abusos policiales que sufrió el chaval llegaron hasta la mismísima Comisión Europea, que «lamentó profundamente» que estos hechos se produzcan aún en la Unión.


La pedrada 'fantasma' de los estudiantes anti LOU

El 1 de diciembre de 2001 se celebró en Madrid una manifestación contra la Ley Orgánica de Universidades del PP. Allí estaban Manu, Isra, Marcos, Federico, Dani y Justo, al igual que decenas de miles de jóvenes más. Al final, en mitad del gentío, un descerebrado lanzó una piedra que impactó contra un agente de policía, por lo que dos de los estudiantes universitarios están a punto de entrar a prisión.

Todo es fruto de una sentencia -recurrida ante la Audiencia de Madrid- en la que se mezclan la ubicuidad de los detenidos con la imprecisión del testimonio policial y unas pruebas fotográficas inadmitidas. Tres agentes diferentes dijeron haber detenido en tres lugares distintos a uno de los imputados; uno de ellos incluso fue arrestado media hora antes de la agresión; un testigo que estaba a dos metros dice que los detenidos no fueron los autores de la pedrada.


«Golpes en las plantas de los pies»

Respondiendo al tamtan de los antiglobalización, Sergio se fue a Barcelona en marzo de 2002 a gritar que otro mundo era posible. Después de unos disturbios nocturnos, fue introducido en un furgón policial. Cuenta que, nada más arrancar el vehículo, recibió todo tipo de golpes, intentaron partirle los dedos de las manos, le dieron patadas en la cabeza y fue escupido. Ya en comisaría, lo dejaron postrado de rodillas y esposado en una de las esquinas de la habitación. Durante el interrogatorio, continuaron los abusos, incluyendo -relata- «golpes en las plantas de los pies». Hasta que sobrevinieron las convulsiones y los espasmos de Sergio...

El joven activista antimundialización fue condenado. A pesar de que en septiembre de 2002 se querelló contra la Brigada de Información del Cuerpo Nacional de Policía, y de tener unos partes médicos tremebundos, a día de hoy el juicio por la supuesta que recibió no se ha resuelto todavía.

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad