Miércoles, 31 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6254.
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 MADRID
Ayuntamiento
Gallardón empieza a saldar su deuda
El alcalde de Madrid abrió ayer al tráfico el primer tramo de la M-30 soterrada, 2.000 metros de túnel que cruza el río, con el que dijo enterrar «tres décadas de urbanismo torpe» y acabar con «20 meses de molestias, pero decisivos para remediar el padecimiento de 5.000 vecinos»
ISABEL LONGHI-BRACAGLIA

De un lado, un muro curvado y reluciente. De otro, lo mismo. Debajo, el asfalto aún sin ensuciar. Arriba, un techo. Nada de adivinanzas: es un túnel. Lo que viene siendo un túnel, vaya, con entrada y salida y sus cámaras de seguridad y sus puertas de emergencia y sus medidores de calidad del aire... Un túnel, pero sucede que hay en quienes una infraestructura así genera una expresión muy parecida a la de la emoción en el rostro, similar a la de un niño que abraza un anhelado regalo.

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Tal cual lucía ayer el alcalde de Madrid al inaugurar (con perdón, que él insiste en que es una «puesta en servicio») el primer tramo soterrado de la M-30. Sólo le faltó música para solemnizar un momento que su cara anunciaba trascendental. Nada más pasar el estadio Vicente Calderón, mandó parar los tres autobuses repletos de una abultada comitiva que casi recordaba a una manifestación, y descendió para caminar orgulloso por los cuatro carriles impolutos que salen hacia Marqués de Monistrol.

Unos pasos, unos saludos a unas decenas de vecinos que le jaleaban desde lo alto del puente y sonrisa imborrable al avanzar por un túnel que él se sabe de memoria porque lo ha recorrido muchísimas veces antes para asistir a su crecimiento. 2.180 metros mide el subterráneo que se ha comido la M-30 bajo la ribera del río Manzanares y 237,4 millones de euros.

Ya lo advertía el mismo alcalde por si alguien dudaba de su entusiasmo: «Esto es mucho más que un túnel». Proclama ésta que fue parte del discurso, porque no hubo corte de cinta, pero sí pantallas, atril y micrófono para oficializar la «puesta en servicio». Ingeniería civil celebrada como un hito y con la que Ruiz-Gallardón reconocía ayer «saldar una deuda».

No se apresuren, que no hablaba, como la oposición, del dinero invertido en la reforma, sino del beneficio social, medioambiental y de movilidad del elogiado túnel. A saber, con la obra enterró ayer el alcalde «tres décadas de urbanismo torpe y sin sensibilidad», además de «20 meses de molestias, pero decisivos para remediar el padecimiento de los 5.000 vecinos cuyas ventanas se abrían sobre la M-30».

«Hoy empezamos a saldar una deuda con los más de 900.000 madrileños de Arganzuela, Carabanchel, Latina, Usera y Centro», subrayó Ruiz-Gallardón, «que han soportado los negativos efectos sobre su calidad de vida de una M-30 insegura, ruidosa, contaminante y sucia». ¿Les parece poco? Pues a Ruiz-Gallardón debe ser que sí. Además de todas las bondades atribuidas a la obra, definió el tramo inaugurado como «un rotundo desmentido al conformismo, a la resignación y a la falta de iniciativa».

Hasta de redistribución de los beneficios medioambientales y de calidad de vida en el sur y el oeste, de «un auténtico ejercicio de justicia social» habló el alcalde. Ahí es nada, y parecía sólo un túnel.

En realidad es lo que ven desde ayer y verán los 100.000 conductores que el Ayuntamiento calcula que pasarán cada día por el tramo abierto al tráfico. Aunque bien es cierto que, salvo atasco indeseado, la velocidad les impedirá fijarse en los detalles de una infraestructura que ha tenido que salvar en su ejecución tres líneas de Metro, una de Cercanías y el puente de Segovia, además de todos los peros de la Confederación Hidrográfica del Tajo.

Por ejemplo, los avanzados sistemas de seguridad que supervisan y detectan cualquier incidencia las 24 horas del día: 75 cámaras y ocho estaciones de toma de datos conectadas al centro de control de Calle 30. O las 18 salidas de emergencia pintadas de verde. O los 3.100 metros de cable de detección de incendios. O los 34 kilómetros de colectores y los 27 estanques de tormentas con los que se mejorará la calidad del agua del Manzanares. O el reforzamiento del puente de Segovia con la ampliación en su estructura de 2,6 kilómetros lineales de micropilotes.

Y lo que no se ve bajo tierra, que es la superficie. El túnel libera unos 75.000 metros cuadrados de antiguas calzadas que formarán parte de las 100 hectáreas que tendrá el futuro Parque Lineal del Manzanares. Aunque para verlo habrá que esperar a la próxima legislatura, porque antes de las elecciones sólo dará tiempo a cubrirlo como mucho de césped.

De momento, los coches pueden circular por tres de los cuatro carriles del tramo de túnel inaugurado y conectar ya con el paseo de la Virgen del Puerto, aunque para dirigirse a la glorieta de San Vicente y a la avenida de Portugal tendrán que esperar aún dos semanas.

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