Las manifestaciones de duelo por el martirio del imán Husein durante la sagrada fiesta chií de la Ashura se unieron al luto por la muerte de de 38 fieles en tres ataques al noreste de Bagdad. La celebración transcurrió con relativa calma en casi todo el mundo musulmán -con la excepción de Irak-, aunque se vio ensombrecida por las advertencias del líder de Hizbulá contra el peligro de guerras civiles en el Líbano, Palestina e Irak.
Además de los peregrinos, otros 10 habitantes del barrio suní de Adamiya, al noreste de la capital iraquí, murieron al caerles en sus casas obuses de mortero. Ocho cadáveres más completaron un sangriento balance que elevó los muertos a 56 en Bagdad.
En el pueblo de Dour Mandali (80 kilómetros al noreste de la capital), 23 fieles chiíes fueron asesinados y 57, heridos, por un kamikaze que accionó un cinturón de explosivos en mitad de una multitud reunida en la mezquita de Ali Akbar. En Baquba, situada en la misma provincia que Dour Mandali, Diyala, tres chiíes que repartían por la calle un plato especialmente preparado para estas fiestas fueron abatidos por hombres armados.
Horas antes, 12 kurdos chiíes murieron y 38 más resultaron heridos por la explosión de una bomba cerca de un lugar de culto chií en el centro de Khaneqine, 170 kilómetros al noreste de Bagdad. El atentado tenía por objetIVo a la comunidad Faïli, compuesta de kurdos chiíes, que participaban en la principal fiesta religiosa chií en memoria de la muerte del imán Husein, en el año 680, tras una derrota contra los Ejércitos del califa omeya de Yazid. Durante 10 días, los fieles se flagelan golpeándose con cadenas y se cortan el cráneo para expiar su «pecado original», no haber podido salvar a Husein.
En Kerbala, que alberga la tumba del imán, no se produjo ningún incidente. Cerca de un millón y medio de peregrinos habían acudido a la ciudad hace 10 días para participar en las ceremonias, según el gobernador de la provincia, Akil al Khazaali. Unos 10.000 policías y soldados se desplegaron para velar por la seguridad de los peregrinos en esa ciudad y sus alrededores. Seis «terroristas» en posesión de cinturones de explosivos fueron arrestados en los últimos días, según el gobernador. Además, se desactivaron dos bombas al sur de Bagdad, en la principal ruta de los peregrinos para entrar en Kerbala.
En Washington, el almirante William Fallon, designado para supervisar las operaciones de Estados Unidos en Oriente Próximo, estimó ante los senadores norteamericanos que «podría darse la vuelta a la situación en Irak», aunque reconoció que no queda demasiado tiempo.
Mientras, en Líbano, las celebraciones se vieron marcadas por las luchas callejeras de la pasada semana entre Hizbulá y los partidarios del gobierno, en las que murieron siete personas y 400 resultaron heridas. Los disturbios, que enfrentaron a suníes con chiíes y a cristianos entre sí, avivaron los recuerdos de la guerra civil que sacudió el país entre 1975-1990.
En un gran mítin en los suburbios chiíes del sur de Beirut, Hasan Nasrala culpó a Bush de crear caos en Líbano. El jeque rechazó la acusación del presidente estadounidense de que su movimiento es responsable de la violencia. Y advirtió del peligro de un conflicto civil en Irak, Líbano y los territorios palestinos.
Irán, de mayoría chií, celebró la Ashura entre gritos que identificaban la muerte de Husein como ejemplo contra «la opresión de Occidente». La minoría que pertenece a esa confesión en Arabia Saudí, celebró la fiesta entre retratos de Nasrala, en homenaje a sus correligionarios libaneses.