Yossi Woltinsky abandonó el lunes su residencia a las 9.00 de la mañana, como solía hacer todos los días para dirigirse al Hotel Sport, donde trabaja como auditor. Tan sólo llevaba 10 minutos de viaje cuando descubrió a un joven que hacía autostop en el barrio de Simchon. Siguiendo una vieja rutina que le lleva cada jornada a transportar a los empleados de la zona hotelera que encuentra en su camino, el oficial del Ejército israelí en la reserva le abrió la puerta del vehículo.
El israelí comprendió su error en ese mismo instante. «Nada más entrar tuve un mal presentimiento. No se comportaba de forma normal. Sus ojos, los nervios y el hecho de que vestía una chaqueta roja pese al calor que hacía. Le pregunté: ¿de dónde eres? Pero no respondió. Me di cuenta que transportaba a un ladrón o a un terrorista. Llegué a quitarme el cinturón (de seguridad) pensando que podía atacarme o algo así», explicó Woltinsky a varios medios de comunicación locales.
A partir de ese momento y durante varios minutos, Woltinsky bordeó la muerte mientras conducía junto a Mohamed Saqsaq, el joven palestino de 21 años procedente de Gaza que se inmolaría poco después en una panadería de Eilat. Una coincidencia totalmente involuntaria que, sin embargo, marcaría la suerte de las tres personas que fallecieron en el suceso.
«Fui yo quien eligió dónde dejar al kamikaze. Yo determiné quienes debían morir y quienes no. Estoy intentando regresar al trabajo pero no es fácil. Tres personas han sido enterradas. Es un sentimiento terrible», asumió el protagonista de esta estremecedora historia. Según relató, Saqsaq ni siquiera se pronunció cuando le inquirió hacia dónde iba. Simplemente señaló con su mano hacia el centro de la villa turística. «Cuando le pregunté de nuevo sólo dijo una palabra, Haifa, con un claro acento árabe. Haifa está a cientos de kilómetros de aquí, así que estaba seguro de que se trataba de un hombre bomba», añadió. La pareja se encontraba a sólo siete minutos del núcleo central de Eilat, donde proliferan los hoteles, restaurantes y complejos comerciales. «Si hubiera llegado allí, hubiéramos tenido muchos más muertos como en Taba [la vecina ciudad egipcia donde un suicida mató a decenas de personas en 2004]». Woltinsky intentó alejarse precisamente de ese destino. «No podía conducir hasta la comisaría de policía porque está en el centro de la villa ni a un control de la carretera porque sabía que si veía a los soldados se volaría. Tenía que llevarle lejos de allí, así que me dirigí hacia una carretera de circunvalación», precisó.
El teniente coronel retirado, de 49 años, pensó incluso en estrellar el coche.«Apuntó con su mano de manera amenazadora hacia el interior de la ciudad. En ese instante paré el coche en medio de la carretera. Estaba listo para saltar y huir del vehículo. Le ordené que saliera y en cuanto se fue llamé a la policía. Todo sucedió tan deprisa que no me dio tiempo a tener miedo», señaló.
Woltinsky dio a los agentes una completa descripción del sospechoso e incluso intentó seguirle, pero éste se apercibió de la maniobra y escapó a la carrera. El empleado hotelero decidió continuar con su jornada laboral. A los cinco minutos de llegar al Hotel Sport un compañero le advirtió que acababa de escuchar una explosión. De inmediato recibió una llamada de la policía. Tenía que personarse en la panadería Lehamim.
Allí le esperaba un espectáculo sobrecogedor. «Había cristales por todas partes, todo estaba negro y había un olor muy malo. La policía me mostró su cabeza, que permanecía en el interior de la panadería y trozos de la chaqueta roja. Eso era lo único que quedaba de él. Les dije que ese era el hombre que había recogido».
Los familiares de Saqsaq explicaron en Gaza que el joven pretendía vengar la muerte de su mejor amigo, Nader Amrein, que fue abatido hace seis meses por los soldados de Israel en el norte de la Franja. Hasta esa fecha, Saqsaq -según su madre Rouyda- simpatizaba con Al Fatah pero después cambió radicalmente. «Se hizo religioso y se afilió a la Yihad Islámica», dijo Rouyda. Entre los tres muertos figuraba un judío de origen peruano, Israel Somalia de 25 años, que tan sólo trabajaba en Lehamim desde hacía cinco meses. «Todo esto es terrible», se lamentó Galia Tobelem, tía del fallecido.