Miércoles, 31 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6254.
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Ciencia
Economía
Motor
Deportes
Cultura
Comunicación
Última
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
La sociedad está bien ordenada cuando los ciudadanos obedecen a los magistrados y los magistrados a las leyes (Solón)
 OPINION
DESDE EL GUINDO
El rodaballo
CARMEN RIGALT

Hay gente -periodistas y así- que utiliza el odio como fuente de inspiración. Se trata de personas resentidillas (el diminutivo hace menos sangre) que digieren mal sus fracasos. Para ellas, todo éxito ajeno es un fracaso propio. Cuando les da el apretón, se suben a la columna y reparten estopa. Yo podría ser una de estas personas porque tengo la mano ligera y también atizo mandobles con facilidad, pero mi tránsito intestinal va estupendamente y no necesito refugiarme en el inodoro a escribir las columnas. Soy faltona por naturaleza, pero no gasto odio. Manías sí, todas las que quieran. Las personas que me caen gordas van de culo.

El odio es un sentimiento intenso y vivísimo que requiere mucha energía. Normalmente viene en tromba y arrambla con todo, como un tsunami. No hay nada más gozoso que asistir a un cruce de artículos entre dos escritores enfrentados por el odio. Los escritores y periodistas se odian, y los arquitectos, los pintores, los actores. Todos. Pero la cosa no sólo va por gremios. También por géneros. Cuando las mujeres odian, hay que echarse a temblar. Lo que más odia una mujer es otra mujer. Esto no suelo reconocerlo porque me lo impide la militancia de género, pero es así.

A las mujeres nos resulta fácil criticar a otras mujeres. Hay en esa tendencia una rivalidad tribal, primaria, de cuando sólo éramos machos y hembras. Si una mujer de mi profesión me llama «querida compañera», toco madera. Seguro que por detrás me pone pingando. Tomaré como ejemplo el caso de la mujer rodaballo, que ha hecho del odio un estilo de vida. Los rodaballos tienen los dos ojos en el mismo lado, y no vean en esto una metáfora picasiana, sino una realidad morfológica. La mujer rodaballo posee una inteligencia tan parcial como el espacio que abarca. No ve más allá porque no puede. El nombre del pez lo he puesto por asociación de ideas. Sé de una mujer que se metió al quirófano para reducirse tripa, y cuando preguntó qué cantidad de grasa le habían rebanado, el médico abrió las manos como midiendo un grueso bulto y dijo: «He quitado un rodaballo». Pasado el tiempo, el rodaballo volvió a crecer y hoy en día la dama tiene una piscifactoría en el abdomen.

Además de la mujer rodaballo existe el hombre rodaballo, que también se alimenta de miserias ajenas para desviar la atención de las propias. Este ejemplar tiene poco peso específico. Normalmente, detrás del hombre rodaballo suele haber una mujer ballena.

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad