Sábado, 3 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6257.
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ALERTA ECOLOGICA / Los expertos de la ONU consideran que las emisiones contaminantes son la causa principal del cambio climático / Predicen más olas de calor, sequías, inundaciones, y graves aumentos del nivel del mar
2.500 científicos culpan a la Humanidad de la amenaza del calentamiento global
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- Era una sospecha científica que el comportamiento del hombre maltrataba el medio ambiente y fomentaba el calentamiento planetario, aunque semejantes impresiones necesitaban adquirir un aspecto solemne y consensuado en la mayúscula cumbre de expertos convocada por la ONU en París. Ahora ya sabemos oficialmente que los gases de efecto invernadero explican, con una probabilidad del 90%, las subidas de las temperaturas. Y, peor aún, conocemos que el delirio del termómetro predispone la aparición de olas de calor, sequías, inundaciones, desertización, ascensos en el nivel del mar y fenómenos meteorológicos cada vez más frecuentes y más violentos (el último ayer mismo en Florida, donde un tornado provocó la muerte de 14 personas y graves daños en cientos de viviendas).

En este contexto apocalíptico se explica que el presidente Chirac hiciera ayer un llamamiento a la revolución. «Revolución ecológica, revolución de las conciencias y revolución de la acción la política ecológica», señaló el anfitrión parisino en referencia a la actualidad de los problemas medioambientales. Es decir, que la alarma no es un problema que concierne a nuestros bisnietos, sino una emergencia contemporánea a la que 2.500 expertos de 130 países le han dado forma y fondo amparándose en las siglas del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC).

Las temperaturas.

La primera conclusión del informe proyecta un incremento de las temperaturas en una horquilla de entre 1,8 y 4 grados camino de 2100. Tiende a sospecharse, por tanto, que el promedio de la centuria rondará los tres grados, aunque también se plantea con rigor la posibilidad catastrofista de que el termómetro podría elevarse por encima de los seis grados. La culpa la tiene en un 90% el efecto invernadero. Quiere decirse que la presencia de dióxido de carbono es la más elevada de los últimos 650.000 años -el mundo no existía entonces según la Biblia- y un 35% superior a los niveles registrados antes de producirse la revolución industrial. Europa se ha calentado al menos un grado en el último siglo, y lo ha hecho con particular énfasis en los últimos 12 años de Historia a fuerza de veranos insólitamente calurosos.

El deshielo.

El planeta se derrite de manera constante y silenciosa. Al menos, los expertos convocados en París sostienen que el hielo podría desaparecer del Artico cuando se acerquen las estaciones veraniegas de los años próximos al 2100. No viviremos para contarlo, pero sí vamos a asistir al deshielo progresivo de los glaciares, los picos montañosos y las capas de hielo. Tampoco le quedan muchos siglos de vida al congelador planetario de Groenlandia, así que se producirán transformaciones radicales e imprevisibles en las corrientes de aire. Particularmente en la dirección del golfo de México hacia Europa.

El nivel del mar.

De los deshielos se desprende una subida del nivel del mar. La última estimación del IPCC (2001) era bastante vaga y manejaba una horquilla de entre nueve y 88 centímetros. Ayer, en cambio, se ha ceñido bastante más las cifras. Dicen los expertos que el nivel se elevaría entre 18 y 59 centímetros de aquí al horizonte del 2100, aunque los cálculos dejan margen a previsiones mucho más preocupantes que requerirían la emigración de millones de personas radicadas en zonas costeras como las de Bangladesh y Holanda, sin perder de vista las áreas pobladas de los deltas de los ríos. Ya se han producido ejemplos evidentes. Especialmente en los atolones del Pacífio, como Tuvalu, cuyos 10.200 habitantes forman parte de un programa de evacuación real y tangible.

España.

El informe concierne al porvenir español. Empezando porque, en sintonía con el contexto continental, se prevén reducciones en el promedio anual de lluvia y nieve, incremento de los fenómenos torrenciales, descenso de los días fríos y un aumento en la salinidad de las aguas mediterráneas. Por todas esas razones, «el estudio no deja lugar a dudas, y supone una llamada de atención muy poderosa a los gobiernos del mundo», según explicó ayer el secretario general para la Prevención del Cambio Climático, Arturo Gonzalo Aizpiri. La preocupación redunda en los informes que ha aportado el Instituto Nacional de Meteorología a propósito de las olas de calor. Podríamos experimentarlas a un ritmo de entre tres y cinco años, sin olvidar los problemas de desertización y de rendimiento agrícola. Además, hay otros síntomas llamativos: las cigüeñas, aves migratorias por definición, ya no requieren el confort de las temperaturas africanas.

¿Una ONU ecológica?

La reunión del IPCC y la cumbre sucesiva que ayer inauguró Chirac (Conferencia para un Gobierno Ecológico Mundial) pretenden convertirse en la memoria de una conciencia política y en el tejido para crear una sede específica de la ONU en materia de medio ambiente, tal como ya sucede con la salud (OMS) y como ocurre con la cultura (UNESCO). Sería la ONUE (Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), aunque el proyecto tiene que sobreponerse a la resistencia histórica de EEUU, Rusia y China. Ninguno de los tres países quiere sentirse sometidos a regulaciones supranacionales. No sólo por cuestiones de soberanía política. También porque los controles de CO2 podrían suponer un freno al desarrollo industrial. Empezando por China, cuya dependencia de los combustibles fósiles, causantes del efecto invernadero, es una respuesta a las necesidades energéticas crecientes y a su propia naturaleza de nuevo depredador planetario. Frente a esta visión egoísta, el informe divulgado ayer exige a los países industrializados poner límites inmediatos a la contaminación.

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