A. LUCAS
MADRID.-
El edificio diseñado por Rafael Moneo para la ampliación del Museo del Prado se levanta ya por entero. La estructura es la que se ve, elegante y sobria, en diálogo y equilibrio con el edificio Villanueva. Lo que faltaban hasta ayer eran las puertas que ha creado la escultora Cristina Iglesias, por encargo del arquitecto, para la que será puerta de gala del nuevo Prado.
Un paso que Iglesias ha cerrado con seis puertas de bronce (dos de ellas invaden los huecos laterales de la fachada, dos forman las hojas y dos el umbral), inspiradas en la vegetación, como un bosque quieto. «Un ordenador manejará las distintas posiciones y maneras de apertura de esta pieza, que provocará una experiencia visual. Porque mi idea es que sean un corredor, un espacio vivo que se integre en el tránsito de quien entre a este nuevo espacio», explicó ayer la artista donostiarra durante el proceso de instalación de unas puertas que son a la vez una obra pública de seis metros de alto y 22 toneladas de peso.
El motivo vegetal forma parte del lenguaje plástico de Iglesias, que en otras ocasiones se ha mostrado como un sugerente e inquietante corredor, como una enlaberintada celosía en la que el espectador entra haciéndose parte de la instalación. «La puerta para mí es también un lugar de tránsito y esas formas vegetales son una referencia al bosque, espacio que es un motivo familiar en mi obra».
El reto de poner puertas al Prado ha sido para Cristina Iglesias -que ahora tiene dos exposiciones complementarias en Madrid- un desafío en el que ha estado trabajando en los últimos tres años. «Moneo me sugirió que hiciese estas puertas para su nuevo edificio. Me dio total libertad para trabajar y opté por desarrollar una pieza muy táctil que se integre en el edificio de manera natural. Creo que lo he conseguido, mi obra contrasta muy bien con la piel del bello edificio de Moneo».
Durante el proceso de trabajo la escultora no ha tenido como referente directo ninguno de los diseños de puertas que han pasado a formar parte de la Historia del Arte, como la Puerta del Paraíso del baptisterio de Florencia, creada por Ghiberti en 1542, o las Puertas del Infierno, creadas por Rodin entre 1890 y 1917. «Las conozco todas, y puede que alguna se haya filtrado en mis intenciones, pero he trabajado mirando nada más que mi trabajo, evitando modelos», aseguró.
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