J. M.
MADRID.-
La fiscal Blanca Rodríguez rebajó ayer su petición de 39 a 29 años de cárcel para los dos presuntos etarras que fueron detenidos en Cañaveras (Cuenca) cuando conducían una furgoneta bomba hacia Madrid, y para una tercera persona que supuestamente formaba parte del mismo comando. El Ministerio Público modificó sus conclusiones y ahora sostiene que el delito de tenencia de explosivos y uno de los de estragos terroristas de los que se les acusa constituyen en realidad un único acto delictivo, por lo que sólo procede castigar la infracción más grave.
La AVT mantuvo su petición de 39 años pero se adhirió, alternativamente, al informe de la acusación pública. Las defensas pidieron la absolución.
La Fiscalía considera acreditado que Gorka Vidal, Irkus Badillo y Beñat Barrondo fueron captados en mayo de 2003 por ETA y aceptaron formar un comando, que denominaron Gaztelu.
La primera acción que se les encomendó fue recabar información para cometer un atentado en la estación de esquí de Baqueira-Beret (Lérida). Consistiría en seleccionar una serie de puntos para enterrar 12 mochilas bomba que, activadas a través de un sistema de teléfonos móviles, estallarían en las Navidades de 2003. Cuando iban a colocarlas, según el relato de la fiscal, el mal tiempo les hizo desistir de sus planes.
Furgoneta bomba
El 28 de febrero de 2004, según su propia confesión ante la Guardia Civil y ante el juez instructor, Vidal y Badillo habrían mantenido una reunión en Francia con el jefe militar de ETA, Txeroki. Éste les entregó una furgoneta cargada con 530 kilos de cloratita, que debían estacionar en el punto que ellos mismos eligiesen de las cercanías de Madrid. Barrondo les habría proporcionado los móviles para que reivindicasen el atentado. Ese mismo día, la caravana de la muerte habría partido hacia la capital de España, pero Badillo sufrió un accidente que precipitó la detención de los tres.
Un perito de los Tedax explicó ayer que la bomba estaba montada para causar «un efecto devastador». Dijo que tenía un temporizador «fijado a las 8.43 horas» y que un sistema de cordones detonantes rellenos de Tytadine servía para multiplicar su poder destructor, garantizando el estallido «del 100% del explosivo».
El ambiente en el que se celebró la sesión de ayer, en la que el juicio quedó visto para sentencia, fue muy distinto al de la anterior. Vidal, Badillo y Barrondo (especialmente, este último) escucharon cariacontecidos y cabizbajos el informe de la Fiscalía, en el que no había hecho ninguna mella la estrategia del letrado Iñigo Iruin para exculpar a Barrondo. Los tres rechazaron utilizar su derecho a la última palabra.
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