Sábado, 3 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6257.
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EL CORREO CATALAN
¿Finis Cataloniae?
ARCADI ESPADA

Querido J:

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Dado tu natural elocuente y noblemente antiguo, estoy seguro que habrás oído hablar del artículo ¿Finis Cataloniae? que el periodista Carlos Sentís publicó el 17 de febrero de 1939 en La Vanguardia Española, 22 días después de que las tropas franquistas se hicieran con el control de Barcelona. Este artículo ha sido objeto de una manipulación muy llamativa, que ha perseguido a Sentís toda su vida. Su vida democrática, quiero decir. La manipulación ha consistido en reproducirlo, citarlo y comentarlo mediante la desaparición del interrogante. Así, la intención asertiva convertía el artículo en decreto. Algo parecido a lo que le sucedió a Manuel Vázquez Montalbán con el eco de su famoso ¿Contra Franco vivíamos mejor? Aún recuerdo una noche barcelonesa en que se lamentaba por la fortuna insólita y estrábica que había tenido su aforismo. Mientras que su intención había sido la de un alarmado sarcasmo respecto a todos aquellos izquierdistas que frivolizaban con la democracia, el eco lo había convertido en todo lo contrario: es decir, en un aforismo sarcástico, frívolo y estetizante contra la democracia.

Sentís publica ahora sus memorias. Tienen interés y están claramente escritas y ordenadas, lo que tiene un especial mérito tratándose de un hombre de 95 años. Es probable que parte de ese mérito de orden y claridad se deba a la colaboración del periodista Xavi Ayén. Las memorias de un longevo gozan, además, de un beneficio inapreciable: casi nadie puede ya responderle. Y es seguro que en algunos asuntos polémicos de su vida, como su trabajo en plena Guerra Civil para los servicios de información franquistas, Sentís habrá tenido la fortuna inapelable de decir la última palabra. En las memorias está íntegramente reproducido su artículo ¿Finis Cataloniae? El autor sostiene, a modo de justificación, que está escrito en un léxico de guerra y que quizás es ingenuo. El estilo tiene algo de la habitual cursilería del vencedor. Pero su tesis es fuerte: la revolución catalana, entre 1936 y 1939, fue una película de gánsteres. Y sus argumentos tienen en ocasiones un vigor periodístico seductor. Como cuando aconseja a sus lectores que para comprobar el rasgo fílmico acudan a la checa instalada en casa de los condes de San Gervasio: «Mezcla brutal de lujo y desorden; cigarrillos de marca UE of A; revistas y periódicos americanos; el New York Worker, el Nash; discos de Benny Carter, botellas vacías y material de tocador femenino».

Unos periodistas franceses llamaron Finis Cataloniae al final de esa «película de gánsteres». Lo sorprendente es que se trataba de periodistas afectos, del semanario Candide, «semanario amigo», explica Sentís, «de la España Nacional». Y es a esos colegas próximos a los que se dirige nuestro autor. Esto les dice: «Señores, un poco de reflexión: Bueno, sí: 'Los últimos días de Cataluña'... la de Durruti... 'Las últimas horas de Cataluña'... la de Companys... la de Negrín... ¡Perfecto! Pero Cataluña es algo más y algo más eterno que eso (...) Aquella Cataluña acabó; pero la Cataluña real, que diría vuestro y nuestro caro Charles Maurras, hoy, precisamente, empieza a amanecer». Es realmente una sorpresa que este párrafo haya estigmatizado a Sentís. Sí, está el Cara al Sol, muy bien, el coro de guerra. Y Maurras, desde luego. Pero Maurras, por encima de cualquier otra cosa, y fue muchas y casi todas desagradables, era un nacionalista. Este párrafo no puede interpretarse, en modo alguno, como un párrafo anticatalán. ¡Pero es que ni siquiera como un párrafo antinacionalista! Sólo es un párrafo antigansteril y antimurciano. Verás.

Quédate ahí quieto con lo de Sentís que te traigo una casualidad luminosa. La descubrí casi al tiempo de las memorias. Es obra de Ksawery Pruszynski, un periodista polaco, autor de En la España roja, crónica. Un libro desconocido en España, y casi en Polonia, que acaba de publicar Alba. El capítulo que se refiere a Cataluña, escrito en 1937 se llama, atranca la puerta, Finis Cataloniae? Sí, amigo mío, también con interrogante. Un interrogante, porque el prurito filológico del polaco le llevó a respetar la norma latina, aunque no en la legatura de las últimas vocales (Æ), que la tipografía de La Vanguardia incluye en el título. Observa lo que dice Pruszynski: «En caso de que triunfe la revolución se instalará aquí un gobierno más o menos parecido al soviético, quizá con mayor peso de capital extranjero, quizá un poco menos al estilo de Rusia y más similar al de México. Si ganan los militares, se iniciará un período de dura reacción: Queipo de Llano, un general-histrión, que todos los días trova y maldice a través de la radio de Sevilla, no encuentra otro apelativo para referirse a los catalanes que el de perros catalanes. En cualquier caso, parece que el destino de la cuestión catalana ya ha sido decidido. Irá a parar a los anales de la Historia, al mismo lugar que la clase social con cuyo florecimiento apareció en escena y de la que fue incapaz de separarse».

El polaco acertó mucho más que Dionisio Ridruejo, por poner un ejemplo, sobre la inmediata actitud que iban a tomar los franquistas respecto a la cuestión catalana. Y creo, amparado en la ucronía, que también acertó sobre lo que habría supuesto un triunfo republicano. Sin embargo, dada la coincidencia, su diagnóstico es importante porque refleja la propia actitud de Sentís y de la burguesía catalana en que se encuadraba. El temor de la Lliga respecto al futuro del catalanismo había sido el mismo que años después constatara Pruszynski: la posibilidad de que los inmigrantes y la nueva clase obrera devastaran el imaginario nacionalista: «Los problemas agrarios de otras regiones», escribe, «los minifundios murcianos y los latifundios andaluces, que impulsaron la llegada a Cataluña de mano de obra barata, quebraron las bases nacionales del catalanismo». Ese temor está presente en muchos textos. Está en Josep Pla, en el periodista Josep Maria Planes, que sería asesinado por patrullas anarquistas en los primeros días de la Guerra Civil, y desde luego en el joven Sentís. Es significativo que la Historia democrática haya convertido este del Finis Cataloniae en su artículo más polémico y haya dejado en la sombra moral sus incursiones, apenas disimuladas por una prosa olorosa y colorista, en el racismo. Me refiero a su serie sobre la emigración murciana a Cataluña, de los años anteriores a la Guerra Civil.

La conclusión, no por sorprendente, me parece poco fundamentada: El Finis de Sentís es en el fondo un artículo catalanista. Poco importa que sus previsiones personales sobre la actitud inmediata de los militares franquistas no se ajustaran a la realidad. Que la operación quirúrgica, para entendernos, fuera más dolorosa y más larga la convalecencia. La cuestión clave es que los militares franquistas acabaron salvando la clase social con cuyo florecimiento apareció en escena el catalanismo, para decirlo en polaco. Por eso, sobre todo por eso, Sentís fue un vencedor. No sólo la represión de los amenazadores murcianos (con los que se mezclaban, a qué negarlo, mucho criminal: y la Revolución acabaría demostrándolo) permitió la supervivencia real de la burguesía nacionalista. El hecho de que la dictadura se extendiera 40 años y que coincidiera su férreo apogeo con la llegada masiva de muchos miles de murcianos más (sin el disciplinante franquismo otro gallo le habría cantado a la famosa integración de la que tanto y con tan poco fundamento presume la izquierda patriótica), facilitó que el nacionalismo sobreviviera, aunque incrustado en ámbar. Como el ADN de los bichos prehistóricos, que hoy reviven pletóricos en nuestro feliz parque temático, del que estás tan lejos.

Sigue con salud.

A.

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