PEDRO VILLORA
Alexa Vel Deveraux es una mujer de mundo que seduce a un joven y prometedor escritor, le convence de que le convertirá en un fenómeno social que se abrirá camino en los mejores círculos, y termina engañándole, arruinándole y olvidándose de él... o tal vez no. Esa mujer de nombre sofisticado es Luisa Martín. Ella protagoniza Como abejas atrapadas en la miel, una comedia de título peligrosamente dulce que coincide con el de la primera novela de ese escritor encarnado en la escena por Félix Gómez. Ambos son los actores principales de esta exitosa obra off-broadway de Douglas Carter Beane, guionista de aquella incursión en el ambiente drag llamada A Wong Foo, gracias por todo, Julie Newmar.
Pero Luisa Martín es también la productora, como lo fue antes de Historia de una vida, de Donald Margulies, sobre el vampirismo entre dos escritoras de distinta generación: «En mi trabajo como productora hay una línea editorial muy clara. Esta obra vuelve a tratar el tema del éxito. Nos habla de que todos tenemos la ambición, necesidad o incluso ansiedad de alcanzar el éxito, por lo que no nos extrañe el que aparezca un cazatalentos y nos rindamos a sus deseos».
Esta reincidencia en trabajar sobre la falsedad y las máscaras sociales se explica porque «además de productores somos padres, y a mí me preocupa mucho la educación de mi hijo y cómo le voy a decir el día de mañana 'Hijo mío, lo que tienes que hacer es estudiar mucho y trabajar porque a través del esfuerzo llegarás a ser alguien importante' si está viendo en la televisión cómo se llega a la fama sin problemas. Estamos en una sociedad que provoca el deslumbramiento, y eso me gustó del texto, independientemente de que el personaje proponía un juego interpretativo maravilloso».
Por fortuna para ella, ni el talento demostrado desde sus primeros trabajos teatrales ni la fama obtenida gracias a su participación en series televisivas la ha llevado a sufrir el acoso de estos depredadores: «Cuando empezaba sí se me acercó una persona muy parecida a mi personaje, pero duró muy poco el asunto. No lo he sufrido porque he recibido una educación maravillosa de mis padres que no me permite meterme en estas cosas, pero sí que es cierto que eres muy susceptible a la adulación, al halago, y eso es muy peligroso. He visto a mi alrededor casos terribles de gente a quien se ha adulado, ensalzado, querido y prometido el oro y el moro, y ahora mismo no se sabe dónde está».
Para Luisa Martín, el método para no caer en tentaciones sin futuro es «ser fiel a uno mismo». «En mi casa había una norma que estableció no sé si mi abuelo o mi bisabuelo: 'La palabra es lo más importante'. Ser una persona de palabra implica ser de ley y comprometerse con las cosas. Mi padre nos enseñó que todo lleva su esfuerzo y que el trabajo duro tiene su recompensa. Eso, junto con la poesía que lees, el viaje a Itaca y muchas otras cosas, te forjan».
El ambiente familiar, pero también la aplicación y el estudio. «Yo entré en la Real Escuela Superior de Arte Dramático en 1977, que es ya casi la prehistoria, y terminé en 1980. En esa época no solamente fui educada por mi padre sino por Angel Gutiérrez, que es un hombre con un sentido férreo de la disciplina. Entre los unos y los otros conformaron en mí una personalidad que no me permite abandonarme al halago. Me enseñaron a formarme mi propio criterio de autocrítica». Lo cual no significa que no le guste saber lo que piensan los demás: «La crítica escrita no la leo, ni la buena ni la mala, porque soy muy sensible y, aunque puedo evitar leer las críticas, no puedo evitar que me afecten. Pero sí me paro a hablar con la gente. Me gusta que me lo digan».
Como abejas atrapadas en la miel ha sido dirigida por Esteve Ferrer y cuenta en el reparto con José Luis Martínez, Angel Burgos, Ana Trinidad e Inge Martín.
Como abejas atrapadas en la miel.
En el Teatro Príncipe Gran Vía (Tres Cruces, 8). Hasta finales de abril.
|