Sábado, 3 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6257.
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La maldad no es algo sobrehumano, es algo menos que humano (Agatha Christie)
 MADRID
La mala vida / / Amparo Muñoz siempre ha sido de hablar a toda braga / Elena Anaya iba emocionante en los Goya y en el preestreno de 'Miguel y William' / Impresionante vídeo inédito de la Caballé
Las hermosas y el mal
ANGEL ANTONIO HERRERA

MARTES, 30

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Amparo Muñoz fue una de las más bellas del universo, título incluido. Amparo, últimamente, ha sido una mujer que pasea errática por los aeropuertos, de camino a las tómbolas televisivas, y una ruina de su hermosura de antaño, porque las más hermosas, con el tiempo, se arruinan doblemente. Se va la belleza y se va también la juventud, que es belleza en sí misma. No es que haya mucha muerte en Amparo, sino que hay mucha vida, y eso acaba dando mucha ojera ajada y mucha cintura trotada. Me dicen que en estos días anda jodida. Muy jodida. La salud no es lo que era, ni siquiera en Amparo. Dicho de otro modo, La vida es el precio, que es el título de una biografía que Amparo publicó no hace mucho.

Amparo siempre ha sido de hablar a toda braga, y en su libro desanda todo su purgatorio de amantes y todo su infierno de paraísos artificiales, que a rachas casi la matan, que van a acabar matándola. Nunca alabó los concursos de belleza, donde fue campeona mundial, y ha pasado por los hombres volcánicamente, con más pasión de amante que servidumbre de esposa.

Ahora se escriben muchas memorias de ocasión, con el gancho o la percha del personaje famoso o popular, pero biografías hay menos, entre otras cosas porque en rigor hay poco personaje cuya vida dé para llenar convenientemente trescientas páginas. Amparo no cabía en un título de Miss Universo, cuando muchacha, y por eso salió miss descarriada, yendo y viniendo de la droga y del amor al amor por la droga. Amparo tampoco cabía después en las entrevistas de la vida rosa, y por eso se contó en un libro intenso y valiente, donde están todos los tonos del negro y los nombres de todos sus hombres, o casi todos. Yo he coincidido con ella en varios programas de la tele y daba mucho juego desde su reflexión a cuchillo y su tristeza envenenada. Nunca sabíamos bien si venía del infierno o iba hacia el infierno. Fue la única, en su momento, que se sumó a denunciar la corrupción de los concursos de belleza, y cumplió con mucha temperatura de actriz en Familia, de Fernando León. Las misses, si salen listas más una madre aplicada, suelen pasar a más, haciendo carrera de esposas de futbolista o animadoras de concurso, con peor suerte. Amparo también pasó a más, sí, pero por la punta contraria, mezclando la vida joven con la noche salvaje, o al contrario.

Dijo un día Mónica Bellucci que ella no hace porno porque es muy perezosa. Amparo no salió perezosa, o lo salió a su manera, y así se ha hecho todo el porno íntimo de la vida jugándose la vida, que es lo que relató en su libro y lo que me cuentan ahora que le pasa, en secreto, o no tanto. Las misses, más que biografía, tienen familia y tienen chalé adosado, que son avatares que dan para un libro de familia, naturalmente, pero no para ese libro que escribió Amparo, lleno de viajes abismales por el desconsuelo, la soledad y hasta el asco. Bryce Echenique, en sus memorias, resuelve que la mejor vida del escritor es aquella que le procura los mejores libros. Amparo no es profesional de la escritura, pero ha llevado la suficiente mala vida como para alumbrar un libro que no merece el desprecio. Es, en fin, una miss con biografía, que es lo que no suelen tener nunca las misses. Una maldita con corona de monada.

MIÉRCOLES, 31

Alterno, muy de mañana, la lectura de este periódico con el ojeo de la revistas del colorín. Soy un cruce de poeta de periódico y portera de los patios del trasnoche. Del periódico me devoro hasta las grapas que no lleva y de las revistas sólo me empleo en las fotos, como las folclóricas. Nos siguen quitando del tabaco, según los bares, y una tal Valeria Rivera, de oficio madre de un hijo de Alejandro Sanz, se despereza en ¡Hola! para decirnos que vivió un romance con el cantante, pero que ella es diseñadora y no necesita a nadie. De entrada, necesita a un famoso de quilate, como Alejandro, para asomar en una portada y a lo mejor también le necesita para otras dedicaciones de menos pose. Un novio no es para toda la vida, pero un hijo sí, y este hijo le va a dar mucho a la muchacha para dedicarse a las artes del corte y confección, que por lo visto es lo suyo, o eso dice. Se tolera que puedan repartirse habanos en las bodas, con lo que nos quitan una razón más para no ir a las bodas, empezando por la boda propia. Fumamos según quiere la Comunidad. Valeria es otra guapita más de las que se apuntan al lema eterno: «el pasado tiene mucho futuro».

JUEVES, 1

Elena Anaya, otra vez. Iba emocionante en los Goya, por escueta de trapos, y vuelve a estar emocionante en el estreno de Miguel y William. Ya reparé en ella antaño, en Familia, creo, la peli de Fernando León, y la he seguido en sus interpretaciones de joven con temperatura o ninfa con mucho escándalo de mirada. La intuyo como la proa entrerrubia de la nueva juventud de actrices nacionales. Y quizá hasta internacionales.

VIERNES, 2

Cena en casa de unos amigos, entre poetas, músicos y amigas de los poetas y de los músicos. Ya a las copas, contentos de reencuentro, me ponen un videoclip de Montserrat Caballé, donde la dama perpetra Mediterráneo, del incalculable Serrat. La dama se trata en videoclip con palomas, pone ojos de éxtasis, acaricia una mesa de mezclas, y se pasea en barca al atardecer con coro cómplice de marineritos asombrados. Naturalmente, ella va siempre eufórica de túnica, extrema de repeinados, barroca de holguras, y hasta se recuesta bajo algún árbol de postal. Todo queda entre el kitsch escalofriante y un publirreportaje bucólico, con la dama de paseo por sí misma.

Me joden los tópicos, y no digamos los refranes, pero aquí sí vale una imagen más que mil palabras. Más este videoclip insólito, surreal y desternillante que un huracán de adjetivos. Mucho lamento que ustedes no puedan verlo. El videoclip se rodó a conciencia, con voluntad de difusión, pero al llegar a la casa de discos fue guardado y nada más se supo. Hasta que alguien se hizo con una copia y por ahí rueda la joya, secretamente, peligrosamente, para gozo y sorpresa no de los amantes de la ópera, en general, o de la Caballé, en particular, sino más bien todo lo contrario. Mis amigos me han prometido una copia canalla del prodigio, para mi cumpleaños, que nunca celebro. Este año sí.

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