ISABEL SAN SEBASTIAN
Por si alguien tiene aún alguna duda (es el caso del candidato socialista al Ayuntamiento de Madrid, Miguel Sebastián), la manifestación convocada a las cinco de esta tarde en la plaza de Colón está abierta a todos. A todas las gentes de bien que persiguen la derrota de ETA y el triunfo de la justicia. A todos los españoles defensores de la Constitución que consagra la unidad en democracia de nuestra Nación. A todos los hombres y mujeres deseosos de arropar con su presencia y su calor a las víctimas que han sufrido en carne propia el azote del terror. A todos los ciudadanos que creen en la libertad, condición irrenunciable para alcanzar esa paz auténtica que anhelamos todos.
Hay quien alberga cierta confusión respecto del significado de esa palabra tan bella. Quien la interpreta como sinónimo del silencio gélido que reina en los cementerios. Quien equipara ese término a la ausencia de beligerancia propia del que se ha rendido. Quien la convierte en claudicación: «En España» -solía decirse en tiempos de Franco- «se vive muy bien, siempre que no te metas en líos». Lo mismo se afirma en el País Vasco hoy. Los fundadores del Foro Ermua, convocante de la marcha de esta tarde, desoyeron el consejo de la prudencia y acabaron en la cárcel. Allí estuvo José Luis López de Lacalle, asesinado por un pistolero etarra años más tarde, cuando venía de comprar todos los periódicos en un ejercicio de pluralidad ejemplar, y allí pasó años de encierro atroz Vidal de Nicolás, «culpable» de rechazar plegarse a los dictados del general. Mientras tanto, Xabier Arzalluz disfrutaba de la paz del seminario, Ibarretxe gozaba de la que garantiza el anonimato, y esos grandes amigos que son José Luis Rodríguez Zapatero y Josu Jon Imaz se solazaban en la paz del parvulario.
Siempre hay millones de personas prestas a conformarse con la paz de los corderos y muy pocas dispuestas a arriesgarse para ganar la dignidad de todos. A sacrificar su propia paz, su bienestar y el de los suyos, para plantar cara a la opresión. A levantar la cabeza en demanda de libertad. ¿A quién puede molestar esa actitud? ¿Por qué oscura razón siente rechazo un demócrata ante un concepto que explica el motivo por el que seguimos luchando, cuando ceder habría sido tan fácil, tan cómodo y tan «pacífico»?
Por la libertad de cada uno de nosotros. Por la libertad de Navarra, presa codiciada de los asesinos y sus cómplices. Por la libertad de los vascos sometidos al terror. Por la libertad de los jueces amenazados. Por la libertad póstuma de los asesinados. Por la Libertad, sin necesidad de apellidos, todos estamos convocados.
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