Sábado, 3 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6257.
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 OPINION
Editorial
FAGO: UN CRIMEN PERSONAL CON CLAVES SOCIOLOGICAS

Cuando hace poco más de dos semanas, el enviado especial de EL MUNDO viajó a Fago (Huesca), difícilmente podía suponer que la casa en la que se albergaría era la del presunto asesino, con el que compartió las 48 horas que estuvo en este pueblo de 37 vecinos.

Santiago Mainar, guarda forestal y candidato socialista en las últimas elecciones, fue detenido ayer por la Guardia Civil, que cree que es uno de los autores materiales del crimen cometido el pasado 12 de enero. La víctima se llamaba Miguel Grima, alcalde de Fago y militante del PP. Apareció muerto en un barranco de la carretera con varios disparos en el pecho, a 12 kilómetros del pueblo.

Mainar era no sólo su adversario político sino además su enemigo personal. No se cansaba de proclamar las maldades de Grima, justificando implícitamente su asesinato. A nuestro enviado especial le llegó a comentar: «En este pueblo se puede escribir un estudio sociológico de la perversión humana». Sabía muy bien lo que decía.

El PSOE se apresuró ayer a desmarcarse de Santiago Mainar, subrayando que no era miembro del partido y que su candidatura en las próximas elecciones no estaba decidida. ¿Cómo habría reaccionado el PSOE si la víctima hubiera sido Mainar y no al revés?

Lo cierto es que sería demagógico buscar en este asesinato un crimen con claves políticas. Lo sucedido tiene mucho más que ver con la tipología de esos miles de pequeños pueblos que todavía existen en la España rural. Son lugares cerrados, en los que las familias conviven desde hace varias generaciones y en los que abundan los pleitos y las rencillas que vienen de un pasado imposible de precisar.

Éste es el retrato de Fago, un pueblo aislado en un idílico valle cercano a la frontera con Francia. Sus habitantes están divididos, y muchos de ellos odiaban a Grima por su fuerte carácter. Cualquiera podía haber sido el asesino y, de hecho, todo indica que Mainar contó con al menos otro cómplice de la localidad.

El asesinato de Fago, como los de Puerto Hurraco, Tor y otros núcleos rurales de este país, responde a esos viejos resentimientos cainitas que afloraron en la Guerra Civil y que suscitaron ajustes de cuentas personales, disfrazados de motivaciones políticas.

Al margen del contexto social en que se producen los hechos, queda siempre el inexplorado reducto de la conciencia individual. ¿Por qué Mainar decidió dejarse arrastrar por el odio para eliminar a un viejo enemigo personal? ¿Pensaba que su presunto crimen iba a quedar impune?

Mainar hizo lo posible para borrar todas las huellas, pero al mismo tiempo sus declaraciones de hostilidad hacia la víctima le convertían en tan obvio sospechoso -lo era para todo el pueblo- que el juez le intervino el teléfono. En cualquier caso, el crimen de Fago pasará al imaginario colectivo de este país por esa confluencia de factores personales, sociológicos y políticos que hacen de este caso la materia para un gran novela faulkneriana.

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