La ministra Elena Salgado, no especialmente acertada en su función de máxima responsable de la Sanidad española, y objetivamente deficiente en materia de consumo, está empeñada en algunas cruzadas moralistas basadas en la nada con sifón.
La nuestra es la sociedad del Gran Hermano en un doble sentido, el de la basura televisiva y la trasgresión, y precisamente como consecuencia de ello, el ojo vigilante del Gran Hermano de Orwell: la sociedad policíaca donde todo acto humano está estrictamente regulado, donde la bondad y la virtud han dejado de existir substituidas por la ley y la norma.
El resultado final es que como tiende a desaparecer el juez interior que significa la conciencia educada en el bien y la virtud, se la debe suplir por el policía, el fiscal y el juez externos.Y, como el pecado no existe, necesariamente debe haber la sanción del Estado, penal o administrativa. El cambio es a peor. Antes respondíamos delante de nuestra conciencia, ahora bajo los criterios constantes del legislador de turno.
La conciencia es por definición personalizada, permite asumir responsabilidades y autolimitarse.
La legislación, por el contrario, debe ser general y reducir cada persona, María, Juan, a un ser abstracto, por eso tiende, por definición, a ser insuficiente o injusta.
Un buen ejemplo de todo ello es la confluencia entre el avance en las ciencias de la salud, una especie de nuevo higienismo moralista que tan bien expresa la ministra de Sanidad, Elena Salgado, con la cultura de la trasgresión.
El resultado es pésimo como lo muestra el siguiente ejemplo: los ayuntamientos y comunidades autónomas son permisivos, cuando no cómplices y organizadores necesarios de esta práctica funesta que es el botellón, donde adolescentes y jóvenes ineducados en el autocontrol, beben mezclas infumables simplemente para emborracharse.
En esto, el saborear la bebida espirituosa no tiene cabida, se trata simplemente de cambiar el estado de ánimo y la percepción que tienen de la realidad.
Así llevamos años y ninguna autoridad ha hecho nada razonable para encauzarlo y corregirlo. Nunca se ha entrado a fondo en las causas del problema, jamás o casi, se ha enseñado con severidad a los jóvenes que existe un orden que debe ser cumplido.
La contrapartida de toda esta trasgresión es la nueva ley que la señora Salgado intenta establecer y que mete en un mismo saco las bebidas alcohólicas de alta graduación, y el vino y la cerveza.Incluso aquello que las recomendaciones de tráfico separa, beber una caña o una copa de vino comiendo no supera ni de lejos -en función del peso y el sexo- los límites permitidos, pero sí puede hacerlo un coñac, la señora Salgado lo mezcla.
La ministra es una versión posmoderna y laicista de las recatadas señoras del Ejército de Salvación americano que se dedicaban a golpe de campanilla a proteger a los descarriados.
Naturalmente la ley, si se aprueba, dañará al sector vitivinícola y perjudicará a toda una cultura, que tiene en el uso razonable del vino una propuesta que en absoluto es negativa, ni para la salud ni para la convivencia.
Y así nos irán llenando de leyes y castigos de este tipo. Ya lo han venido haciendo y lo harán más si les dejamos que nos gobiernen durante mucho tiempo. Con una mano aplaudirán todo lo que sea trasgresor y con la otra castigarán aquello que forma parte de nuestra cultura y que es normal. Como el beber vino.