Como un paranoico de pro, el fiscal hace un juicio de intención, pues llega a decir que el actor acudió a TV3 con «evidente ánimo de ofender y menospreciar a la nación española.» Vamos, anda.Su actuación es lamentable pues todo el mundo que conoce a Rubianes sabe que lo suyo es el humor, desgarrado, brutal, contradictorio y muy de izquierdas. Y todo el mundo que quiera entender lo que hizo y dijo en la entrevista de TV3 sabe perfectamente que sus respuestas, al igual que en todas las entrevistas que le he visto, fuese con Buenafuente o con quien fuera, forman parte de la locuacidad genial de uno de los más grandes actores que pisan las tablas de los teatros catalanes.

Rubianes estuvo hace un año más o menos en un programa de TV3 que, por cierto, suele ser aburrido como pocos, una cosa que se llama El Club y que presenta un periodista que, en tiempos, fue un humorista de los de retorcerse de risa, pero que ahora hace un programa de televisión de comarcas. Lo siento, amigo Om. Eran los tiempos soporíferos de las discusiones sobre el Estatut, de los ecos anticatalanistas y a veces anticatalanes de algunos demagogos como el tedioso Rodríguez Ibarra. Los chistes irreverentes de Rubianes expresaban el fastidio colectivo contra esas actitudes.

En su actuación, porque de eso se trataba, Rubianes desbarró como desbarra siempre ese personaje que es él y no es él y del que no se desprende nunca, al menos si tiene público delante.Un personaje que es una creación de la altura del famoso Lenny que interpretó Dustin Hofmann en el cine, y cuya clave consiste en utilizar la ironía y el desgarro de forma tan sutil que uno se encuentra a menudo sin saber si lo último que ha dicho es lo que hay que tomar en serio o lo que hay que tomarse a broma.

En eso consiste su arte. En esa capacidad de pisar el filo de la duda sin cortarse. Y Rubianes, curiosamente, ha triunfado en Cataluña hablando una barrecha de castellano y catalán donde predomina el castellano, de modo que no debería ser sospechoso de nacionalismo radical ni catalanismo mediopensionista, digo.

¿A qué viene entonces -me pregunto- tanta hipocresía, tanto ataque al humor? Si la fiscalía se nos pone así, me pregunto cómo nos atrevemos a criticar al sistema judicial marroquí cada vez que alguien se toma a broma al rey de nuestros vecinos o hace bromas en torno a los mitos de la religión musulmana. Porque aquí todos sacamos pecho de demócrata cuando se trata de juzgar a los de fuera, pero muchos se arrugan cuando el desmán judicial, el grave atentado contra las libertades y, sobre todo, contra el humor, se produce en nuestro país. Con fiscales así, me pongo el velo y me largo a Marraquech.