Lunes, 5 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6259.
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ESPACIO / Estados Unidos, China y Rusia han anunciado sus planes para lanzar misiones tripuladas al satélite de la Tierra, inaugurando así una nueva era de competición en la conquista del cosmos sin un favorito claro / ESPACIO / La 'reconquista' lunar
La nueva carrera espacial a la Luna
CARLOS FRESNEDA / DAVID JIMÉNEZ / DANIEL UTRILLA

NUEVA YORK/PEKIN/MOSCU.- La Luna se ha vuelto a convertir en el gran objetivo espacial. Tras décadas de olvido, Estados Unidos, China y Rusia han anunciado su intención de enviar misiones tripuladas e incluso establecer colonias humanas en el satélite de la Tierra, inaugurando así una nueva carrera espacial cuya meta final es volver al mismo terreno que pisó por primera vez Neil Armstrong el 20 de julio de 1969. Aquel «pequeño paso para un hombre» y «gran salto para la Humanidad» fue la histórica victoria con la que el programa espacial estadounidense humilló a la Unión Soviética, que hasta entonces se había adelantado a los norteamericanos en casi todo, lanzando el primer satélite, el Sputnik, en 1957, y poniendo al primer ser humano en órbita, Yuri Gagarin, en 1961.

Casi 40 años después, aunque ya no vivamos en el mundo bipolar de la Guerra Fría, rusos y estadounidenses vuelven a rivalizar con renovados proyectos para plantar sus banderas en territorio selenita. Sin embargo, en esta nueva carrera espacial del siglo XXI, hay un nuevo jugador que está pisando fuerte, el dragón asiático que en 2003 lanzó al espacio a su primer taikonauta, y ahora sueña con alcanzar la Luna. Muy lejos quedan ya los días en los que Mao lamentaba en 1957, tras el lanzamiento del Sputnik, que China estaba tan atrasada en este terreno que no era capaz de lanzar al espacio «ni una patata». Como rezaba la última portada de la revista Newsweek, hoy Estados Unidos vuelve a tener a la Luna en su punto de mira, pero es posible que «otros lleguen antes».

ESTADOS UNIDOS

La secuela del 'Apollo'

Como si los últimos 35 años hubieran pasado en balde, Estados Unidos se ha lanzado a la «reconquista» de la Luna con un controvertido programa -bautizado con el pomposo nombre de Programa Constelación- que en el fondo no es más que una secuela de la legendaria saga del Apollo.

El entusiasmo demostrado en público por el administrador de la NASA, Michael Griffin, comparando la base lunar prevista para 2020 con las expediciones científicas a la Antártida, contrasta con los problemas internos de la agencia espacial. Tres científicos de alto rango de la NASA dimitieron en cadena y un informe de la Oficina de Contabilidad del Gobierno puso en la picota los criterios económicos del Programa Constelación en vísperas de su presentación al público.

La cuestión monetaria es el talón de Aquiles del programa, que de momento está tirando del «exiguo» presupuesto de la NASA: 16.000 millones de dólares. El déficit presupuestario de la Administración Bush y la desviación de fondos hacia las guerras de Irak y Afganistán pueden compremeter en última instancia las ambiciones norteamericanas de volver a la Luna y mandar la primera nave tripulada a Marte.

Los expertos estiman que harán falta más de 200.000 millones de dólares para propulsar la nueva misión, más o menos lo mismo que han consumido en las tres últimas décadas el transbordador espacial y la Estación Espacial Internacional, que han caído definitivamente en desgracia. El propio Michael Griffin admitió recientemente al New York Times que los «treinta años que nos hemos pasado orbitando alrededor de la Tierra han sido un error».

El nuevo calendario lunar de la NASA arranca pues en 2014, con el primer vuelo tripulado en la futura cápsula Orion, pariente muy cercana de la Apollo (gran parte de las críticas se deben precisamente a la apuesta tecnológica excesivamente «conservadora»). En 2020 empezarían las primeras misiones, posiblemente en el Polo Sur de la Luna, y cuatro años después estarían listos los habitáculos con tentáculos en la superficie selenita, capaces de albergar a los atronautas durante seis meses.

La vuelta a la Luna y la exploración de Marte son una de las piedras angulares de la «nueva política espacial» anunciada por el presidente Bush el pasado otoño. El documento contiene también una declaración unilateral de principios que es una afrenta directa a China, Rusia y la Unión Europea: «EEUU desarrollará las capacidades, los planes y las opciones para asegurar la libertad de acción en el espacio y, si es preciso, negar esa libertad de acción a los adversarios».

Según los analistas, la «nueva política» de la Administración Bush -que equipara la prominencia en el espacio con el «poder aéreo» y el «poder naval»- podría ser el preámbulo de una nueva e imprevisible carrera por la militarización del espacio.

CHINA

La ambición asiática

El pragmatismo chino, aplicado a la carrera espacial, se resume así: sabemos que hemos tomado la salida tarde pero, ¿acaso quiere eso decir que llegaremos los últimos? Para el régimen de Pekín, la verdadera carrera no ha hecho más que empezar y su destino final es la colonización de la Luna.

El éxito de los dos primeros viajes espaciales tripulados chinos en 2003 y 2005 ha llevado a la agencia espacial china a dar un empujón a su programa lunar, iniciado en 2004 y convertido en prioridad por el Partido Comunista. Los detalles sobre cómo serán las naves que harán el trayecto a la Luna se mantienen en el máximo de los secretos, pero el Gobierno chino no ha escondido que su intención es instalar la primera base lunar fija antes de 2020, a poder ser adelantándose a EEUU y Rusia.

Los ingenieros chinos están trabajando en modificaciones de sus taxis espaciales Shenzhou para que puedan recorrer los cerca de 400.000 kilómetros de distancia que hay a la Luna. Fuentes chinas han admitido en los últimos meses que sus ambiciones están sufriendo dificultades técnicas y que el progreso no está siendo lo rápido que esperaban. Una de las claves para ver en qué estado se encuentra el programa chino será su tercera misión tripulada, prevista para este año y en la que Pekín estrenará un nuevo sistema de lanzamiento y una cápsula que podría ampliarse para hacer sitio a tres taikonautas. Ouyang Ziyuan, el director del programa lunar chino, cree que el lanzamiento de este año será el paso previo para el envío de una sonda a la Luna en 2010, que analizará las condiciones geológicas del satélite a través de un sónar remoto.

«El objetivo de China a largo plazo es establecer una base para explotar los ricos recursos que pueda haber», ha asegurado Ouyang, recordando el importante simbolismo que la Luna tiene en la cultura china.

La comunidad científica internacional se encuentra dividida sobre las posibilidades reales de China para competir en la próxima carrera hacia la Luna. Expertos de la NASA consideran que Pekín carece de los medios económicos y la tecnología para disputar la supremacía de las futuras misiones lunares a un país que, como EEUU, ya ha estado allí. Otros, como el experto en el programa espacial chino Phillip Clark, piensan justo lo contrario. «Las próximas huellas que el hombre deje en la Luna serán chinas», ha dicho este especialista. Y si no, quizá al menos asiáticas. La India y Japón se han sumado, por ahora con palabras y pocos hechos, a una carrera en la que aún es difícil aventurar un ganador, pero en la que los chinos están dispuestos a arriesgar su prestigio.

RUSIA

El orgullo de la ex URSS

Treinta y ocho años después de que la NASA les hiciera morder el polvo lunar, los rusos ya barajan una fecha de alunizaje: 2015. Tras el éxito estadounidense de 1969, Moscú disimuló el fracaso de su misión lunar N-1 enviando a la Luna en los años 70 sondas y los llamados Lunojodi, pequeños robots con ruedas que, curiosamente, contenían polonio radiactivo (la sustancia con la que fue envenenado el ex espía ruso Alexander Litvinenko) a modo de pila para calentar sus componentes en la noche lunar. La crisis económica de la perestroika lastró el programa espacial soviético y los ingenieros rusos dejaron de mirar al satélite blanco hasta que los ambiciosos planes para llegar a la Luna y a Marte destapados por George W. Bush en 2004 espolearon a los ingenieros de Moscú que, de nuevo, vuelven a estar en la Luna.

A la espera de que el Kremlin dé su espaldarazo financiero al programa, el diseñador jefe del consorcio RKK Energuia, Nikolai Sevastianov, pone fecha a los distintos escalones de su ascensión lunar. Según Sevastianov, para 2010 ya podrían revolotear sondas robóticas rusas en torno a la Luna, que podría ser orbitada dos años después por una nave espacial tripulada. El salto a la superficie lunar podría producirse en 2015 gracias al nuevo transbordador ruso Kliper, que se encuentra en proceso de diseño, y en el que podría colaborar la Agencia Espacial Europea. Con cabida para seis tripulantes, el Kliper debe estar listo para 2012. En concreto, una flotilla de cinco aparatos que le costará a Moscú unos 1.500 millones de dólares. Paralelamente, la misión lunar rusa (que no descarta como primer paso ofrecer un viaje turístico alrededor del satélite para 2009) debe pasar por la puesta a punto del nuevo cohete Angara y una versión perfeccionada del Soyuz. /

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