'Desventuras conyugales de B. Morales'
Sobre textos de Ruzante. Versión, dramaturgia y dirección de Angel Facio./ Escenografía: Javier Turrado./ Intérpretes: Juan Carlos Castillejo, Rafael Núñez, Sergio Macías, Ernesto Ruiz, Alfonso Delgado y Gloria Villalba./ Escenario: Teatro Español, sala pequeña.
Calificación: ***
MADRID.- Dicen antiguas consejas que Bartolomé Morales nació del apareamiento entre un pastor y una cabra. Bartolomé heredó la tozudez arisca de las cabras, la sagacidad monstrenca del aldeano, la lujuria siempre eréctil del cabrón y del rústico acostumbrado al instinto de las bestias. Y así, las cosas no podían irle bien. Estaba escrito que Juana, su mujer, acabaría en puta regalada o esquinera, y que sus tribulaciones conyugales nunca acabarían. Dudosa es la felicidad que en el cielo pudiera darle Juana, disputada por santos y vigilada por ángeles maricones.
Las desventuras conyugales de Bartolomé Morales no tiene desperdicio de principio a fin. Gozo de un lenguaje agrario que muestra su infinita riqueza conceptual y plástica: en cada giro idiomático hay una imagen, una sentencia y una filosofía. Este sanchopancesco Bartolomé Morales es un villano tragaldabas y un poco ingenuo, de testa coronada con frondosos cuernos, conciencia crítica contra las distintas formas de poder que lo crucifican y maltratan: los desafueros de clérigos libidinosos, los ricos asaltacatres, expoliadores de honra ajena y celosos de la propia.
El Ruzante es un gracioso, un aldeano con una malicia natural que no le ayuda a sobrevivir a su desventurado destino. Fue un personaje ideado por Angelo Beolco, un autor de principios del XVI que tuvo la fortuna de quedar para siempre en la memoria de todos con el nombre de uno de sus personajes.
Los diálogos del Ruzante son un pretexto para que Angel Facio desplegue su antigua historia de goliardo, un sentido lúdico del teatro satírico y jaranero. Quizá sean algo más: una conciencia insumisa, una forma cimarrona de ver la vida en un tiempo fronterizo de un pueblo de La Mancha. No hay que engañarse; las carcajadas que suscita la obra emergen de un submundo de justificados resentimientos.
La hermosa austeridad de la escenografía es capaz de simbolizar no sólo un mundo agrario, sino el esplendor primitivo de la ciudad. Fuerza óptica y gozo de la interpretación, trenzado todo con jotas y coplas llenas de intención: la picaresca y el ludibrio agreste, las mujeres cachondas y los mozos berracos. Inseparable de este mundo es lo grotesco primario, la liturgia sacra y los clérigos fornicadores.
Loor a los intérpretes: Castillejo, Núñez, Macías, Ruiz, Delgado y Villalba. Histriones y transformistas, dueños de la mueca, del sarcasmo, del cinismo clerical y de la beatitud de los santos que en sueños de Bar-tolomé cortejan a su mujer.