LEVANTE 1

SANTIAGO BERNABÉU. 60.000 ESPECTADORES.

Casillas

Salgado

Helguera

Ramos

Torres

Diarra

Guti

Raúl

Higuaín

Reyes

Van Nistelrooy

Cambios: Robinho por Reyes (min. 46)

Nieto por Robinho (min. 71)

Molina

Manolo

Alexis

Dehu

Rubiales

Camacho

Tomassi

Riga

Kapo

Robert

Salva

Cambios: Ettien por Robert (min. 65)

Berson por Kapo (min. 82)

Reggi por Salva (min. 88) s.c.

Arbitro: álvarez Izquierdo

Tarjetas amarillas: Molina, Manolo, Ettien, Tomassi, Diarra, Ramos, Torres.

Goles: 0-1: Salva, de penalti (min. 11)

MADRID.- Sí, por supuesto, hubo un penalti claro de Rubiales a Van Nislterooy. Evidentemente. Pero en un Madrid-Levante normal, de los de toda la vida, sin Capello y todas esas cosas que pedían algunos que tanto saben, esa jugada habría llegado con un 4-0 a favor de los blancos y habría sido una anécdota más en una tarde normal. De esas en las que ganaba el Real Madrid porque era mejor y nadie recurría al victimismo. Pero este equipo que entró en el Bernabéu por correo anulado, sin notario y con una juez, no tiene excusas. Ayer se enfrentaba a un rival que, salvo sorpresa, bajará a Segunda División. Más que nada porque no juega un pimiento, es un bodrio y hay alrededor de 35 equipos mejores que él, incluso alguno de Segunda B. Dio igual. El Real fue incapaz de marcar y de construir una jugada coherente en 90 minutos tan infumables como el resto de una temporada impresentable, la que eligieron los que veían a Capello como una mezcla de Buda, Mahoma y Jesucristo. No es eso. No es nada. Es un tipo antiguo y aburrido, tanto como el fútbol de su equipo. Plano y soporífero. La pena mayúscula. El final del Madrid entendido como algo grande, con amplitud de miras. En realidad, el Bari y el Lecce juegan como este Real. Igual de mal.

Probablemente, Calderón acabará prescindiendo de un tipo que ahora es un fardo y que hace cinco meses era Dios porque de fútbol sabía mucho y le iba a llevar a Cibeles, a Neptuno y a la Plaza Roja. Pero la responsabilidad no debe ser sólo para el tipo que aseguró que sólo perdería cuatro partidos con dos maderos como Emerson y Diarra y que ya ha perdido siete más el de Copa de Europa con el Lyón. Y no sólo se trata de resultados, que tanto le gustan a Capello, a Calderón y a unos cuantos. No es sólo por perder por lo que ayer sacaron los pañuelos varios miles de madridistas que están hasta las narices. Es que el juego que el Bernabéu aguanta desde que el Madrid empató en agosto contra el Villarreal es denunciable y querellable.

El Levante es un grupo que tiene a un viejo portero, Molina, que ayer ejerció de libre y mostró tablas y recursos, a unos cuantos meritorios que intentan acabar su carrera con dignidad y a un tipo con buen aspecto, Kapo, que inquietó con un par de carreras al principio, taponó a Guti hasta que mantuvo las fuerzas y mostró más recursos técnicos que los otros 21 jugadores, incluidos los madridistas, lo que tiene delito. Sí, Ronaldo estaba en Milán, Beckham en la grada con su madre, Torres, que no tiene la culpa de nada, en la banda izquierda, y Nieto, que tampoco tiene la culpa, en el banquillo. La descapitalización de un club como el Madrid debe ser culpa de alguien. Abel, técnico del Levante, agradeció los favores de un rival que se ha empeñado, no sólo en pegarse un tiro. Capello y los que le permiten todo han lanzado un misil para destrozar el Bernabéu.

Pareció que no pasaba nada cuando Salva transformó un penalti claro cometido por Diarra sobre Tomassi. Kapo se fue con tranquilidad del bisoño Torres, al que algunos han querido ver como símbolo del nuevo orden, lanzó el pase de la muerte y la falta de Diarra -sí, el de los 26 millones de euros arrojados a la nada, al pozo- entró como un trolebús, al bulto. Salva marcó, pese a que Casillas le adivinó la intención. Quedaba tiempo para que un Real normal remontara y goleara.

El caso es que ver una sonrisa en el Bernabéu es imposible. El equipo juega crispado, con fútbol directo, sin fuste ni fundamento. Guti trató de poner orden, pero su inactividad y el empeño de Kapo, que le taponó hasta que le aguantaron las fuerzas, provocaron que sólo acertara uno de cada cuatro pases. Nadie se le ofreció, porque la movilidad es un concepto que no se utiliza en el Madrid. Sólo Higuaín, muy voluntarioso, trató de seguir el hilo con su dinamismo.

Las líneas de pase desaparecieron en la bruma del estatismo y la impotencia y hasta un rival tan limitado como el Levante, con unos movimientos defensivos básicos y con errores provocados por la falta de calidad, fue capaz de ir capeando el temporal, encerrado atrás, hasta que el partido se murió por inanición y falta de talento. El juego frontal del Madrid encontró un refugio momentáneo cuando apareció Robinho para alborotar, pero el brasileño se lesionó pronto y el discurso plano se mantuvo hasta el final de un calvario, el penúltimo hasta que este Madrid vuelva a correr y martirizar.