Lunes, 5 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6259.
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La patria es dicha, dolor y cielo de todos, y no feudo ni capellanía de nadie (José Martí)
 ESPAÑA
El estado fragmentado
JAVIER PANIAGUA

La saga-fuga de los profesores Sosa padre, Paco, catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad de León, e hijo, Igor, doctor en Filología Germánica por la Universidad alemana de Erlanger-Nürnberg y actual investigador del Instituto Universitario Europeo de Historia y Civilización de Florencia, han escrito al alimón un libro que no debería pasar desapercibido en los tiempos que corren: El Estado fragmentado. Modelo austrohúngaro y brote de naciones en España (Ed. Trotta/ Madrid-2006), con un prólogo sustancioso de Joaquín Leguina.

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Es un trabajo que parte del análisis de lo que fue el Imperio Austrohúngaro, aquel Estado lleno de galimatías lingüísticas y nacionalidades varias que se fue constituyendo en torno a la monarquía de los Habsburgo, contrarréplica de Prusia en la pugna por conseguir la hegemonía del mundo germánico, y que acabó desmantelado después de la I Guerra Mundial, para adentrarse en el fenómeno de lo que está transcurriendo en España con la reforma de los estatutos en las comunidades autónomas que pueblan el espacio geográfico de la parte de la península Ibérica que solemos denominar España, y que para algunos no es más que el Estado español, una entidad plurinacional, nación de naciones y, en el menor de los casos, la España plural. Estamos, por tanto, ante un libro de varias aristas porque puede ser una metáfora, un aviso, de adónde podemos llegar: construir de nuevo, con el entramado autonómico, una estructura semejante a lo que fue aquel Imperio, al compararlo con la reflexión jurídica de lo que está ocurriendo con las reformas estatutarias y sus posibles consecuencias futuras, sin que previamente hayan sido fijados los límites de las competencias autonómicas y la capacidad de actuación del Gobierno español.

No es algo nuevo el intento de hacer de España una monarquía dual. Ya los catalanes de la Lliga vieron tal posibilidad al concebir un ente parecido (Castilla-Cataluña), como ha estudiado el profesor Ucelay, aprovechando que la reina regente María Cristina, segunda esposa de Alfonso XII, provenía precisamente de la corte austriaca y estaba familiarizada con un Estado que albergaba en su seno más de 10 lenguas con sus correspondientes variantes, desde el alemán, el polaco, el checo -con sus dos versiones, el eslovaco y el moravo-, el ruteno, el esloveno, el italiano-ladino, el serbocroata, el rumano, el húngaro hasta el yiddish, lengua que inventaron los judíos germánicos. Las dos piezas fundamentales eran Austria y Hungría, con un resto de nacionalidades que hemos tenido ocasión de ir descubriendo desde 1918 hasta la desintegración de Yugoslavia. Cada etnia, germánica o eslava, con su lengua, aspiró a constituirse en nación-estado; y a fe que, en su mayor parte, lo han conseguido. La lengua y los derechos históricos fueron reivindicados por doquier para convertirse en estados independientes una vez derrumbado el Imperio.

Sosa Wagner señala que hacer de España una nación de naciones, un estado plurinacional, y reconstruir de alguna manera una formación parecida a la de aquel Imperio es retrotraernos a una historia que fue un ejemplo de ineficacia administrativa, política y de permanentes conflictos. Su diagnóstico es claro: «Nosotros no constituimos una nación de naciones, pero es que si así fuera, sería prudente no airearlo, sería mejor disimular porque tales laberintos políticos no han dado precisamente frutos apetecibles» (p.140). España, apunta, deja de ser una nación de naciones precisamente a comienzos del siglo XIX con el advenimiento del constitucionalismo de 1812 y los reyes lo serán de España y no de Castilla, Aragón etcétera.

Javier Paniagua es director de la UNED en Valencia y colaborador habitual de EL MUNDO-Comunidad Valenciana.

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