MARIA MONTES
Vestidos de paisano también sorprenden. No les hace falta la chistera, el chaleco o la pajarita, sus manos son las mismas. Más de 80 magos se reunieron la noche del sábado para homenajear a su patrón: San Juan Bosco. El Club de Ilusionistas Profesionales lleva más de 50 años venerando al santo cada año. Para ellos, es una forma de reunirse una vez al año y ver a sus «hermanos» de profesión.
El espectáculo estaba previsto para pasada la medianoche, pero a media tarde ya se veía a algunos practicando y enseñando algunos trucos a los niños.
Durante la tarde del sábado, los pasillos de la primera planta del hotel Eurobuilding se convirtieron en un mercadillo mágico. Más de una docena de mesas en las que se podía encontrar desde barajas o pañuelos a artículos de colección de más de un siglo de antigüedad.
Al mercadillo sólo tuvieron acceso los magos, pero con una buena explicación: «Se venden complementos secretos». Se vendía y se contaban. Entre los profesionales, era común ver a varios apartados del grupo desvelando juegos. Aunque todos coincidían en que es especial ese momento en el que la magia les vuelve a sorprender.
Magic Andreu, aquel mago que se colocaba medallas cada vez que hacía bien un truco, también estaba entre los invitados. Acudió al rastrillo, donde vendió y compró, y disfrutó del espectáculo, porque «también está bien sentarte y ver magia». Pero no vendió ni una sola de sus medallas, «ésas las reservo para mí».
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