XV Festival Flamenco Caja Madrid
Intérpretes: El Canela, Pansequito y José Mercé (cante), Antonio Jero, Diego Amaya y Moraíto (guitarra) / Escenario: Teatro Albéniz / Fecha: 2 de febrero
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Intérpretes: Compañía de Manuela Carrasco / Escenario: Teatro Albéniz / Fecha: 3 de febrero
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Merece la pena ir al fin del mundo para ver bailar a Manuela Carrasco por soleá. Su planta imponente, la fuerza del taconeo y el duende de sus desplantes la convierten en una artista magnética que encarna, por excelencia, el flamenco profundo y de pellizco. Cuando aparece sobre las tablas, todo cobra una nueva dimensión. Pero esta vez hubo que soportar mucho relleno antes de disfrutar, por fin, de esa grandeza de la soleá, rematada con un explosivo baile por bulerías. Hace un par de años, en este mismo escenario, nos deslumbró con un espectáculo en el que el desaparecido Chocolate la espoleaba por seguiriya. Su nueva oferta, en cambio, fue muy discreta. Esperábamos bastante más de la diosa.
Ni siquiera Enrique El Extremeño, maestro del cante atrás, que hace pocos días estuvo glorioso en el Teatro Gran Vía, con El Pipa, alcanzó su nivel habitual. Asistimos a Un sorbito de lo sublime devaluado, espeso, sin ritmo interno, que consumió demasiado tiempo en números subalternos de poco interés. Manuel Molina, con los brazos en cruz y más desafinado que nunca, dejó al público congelado con sus supuestamente trascendentales alusiones a Farruquito.
Del plomo a la chispa
Hubo que esperar demasiado para que apareciera la magia, mucho plomo hasta que saltó la chispa. Manuela es capaz de alcanzar la cumbre del baile, y lo consiguió al final, pero un espectáculo redondo no tiene nada que ver con lo que vimos el sábado.
La penúltima sesión del ciclo estuvo dedicada al cante desnudo, sin escenografía, sólo con guitarra y palmeros. Lo encarnaron tres figuras de relieve con el apoyo de otras tantas guitarras jerezanas llenas de sabor. El Canela de San Roque, soltando la voz con poderío, se mostró fiel a su herencia mairenista, respaldado por el siempre sólido Antonio Jero. Por seguiriyas, hizo aires de El Marrurro y recordó la traición del Borbón Fernando VII a Rafael de Riego. Además, unas bulerías por soleá que rescataron tercios grabados por Mairena en su último disco, El calor de mis recuerdos. También una bulería por soleá impecable y una tanda de bulerías romanceadas, con su inflexible ritmo natural, sin paradas ni morosos silencios efectistas.
Pansequito, muy bien secundado por Diego Amaya, demostró que sigue atesorando uno de los ecos más flamencos del momento y brilló, de forma especial, con sus personales soleares y bulerías. José Mercé cantó flamenco sin concesiones a sus discos superventas, junto a un Moraíto en estado de gracia, que se salió acompañándole por seguiriyas y bulerías. José cantó mucho y bien, sin escatimar nada, pero se siente tan seguro sobre el escenario y está tan sobrado de recursos que le sale todo demasiado fácil. Hay que apretarle un poco, para disfrutar al máximo de lo que tiene dentro. De momento, nos quedamos, sobre todo, con su seguiriya del viernes.