RUBÉN AMON. Corresponsal
PARIS.-
La traumática intervención policial del ministro Nicolas Sarkozy en la banlieue (periferia) francesa parecía haberle convertido en un candidato maldito. Más aún después de haber definido como racaille (chusma) a los adolescentes encapuchados y de haber prometido que iba a limpiar los barrios marginales a fuerza de manguerazos ejemplares.
Era la respuesta a la crisis incendiaria de diciembre de 2005. También era una manera de granjearse en el electorado la fama de sheriff autoritario e incorruptible, aunque, curiosamente, la reputación de Sarko en los cinturones urbanos ha crecido de forma inverosímil e insospechada camino de los comicios presidenciales de primavera.
La sorpresa proviene de una encuesta publicada ayer en Le Journal du Dimanche. Dicen los habitantes de la banlieue que el actual ministro del Interior es el más capacitado de todos los aspirantes al Elíseo para resolver los problemas fundamentales (pobreza, paro, educación, discriminación). Su margen de confianza, 27%, supera en cuatro puntos al de Ségolène Royal, cuyos deslices, imagen de institutriz inmaculada e indumentaria de Chanel parecen haber provocado dudas en el electorado de gauche. De hecho, los sondeos a pie de campo demuestran que la fragmentación del voto de la izquierda está más acusada en las periferias que en cualquier otro ámbito sociológico.
'Balcanización'
Un 45% de los habitantes de las zonas calientes prometen votar opciones progresistas, pero las papeletas se desperdigan entre los candidatos de la Liga Comunista Revolucionaria (6%), Lucha Obrera (5%), Partido Comunista (4%) y opciones ecologistas.
La balcanización perjudica a Ségolène Royal tanto como beneficia a Sarkozy. Entre otros motivos porque el candidato del UMP (Unión para un Movimiento Popular) no se percibe exactamente en la periferia como un alfil de la derecha francesa.
La prueba está en que el porcentaje de votantes conservadores (19%) es siete puntos inferior al de quienes están dispuestos a decantarse por Sarkozy en el primer turno de los comicios (22 de abril).
El ministro del Interior ha percibido la importancia de ganar espacio en los escenarios deprimidos y marginales. Hasta ahora no contaban demasiado porque había cundido en ellos el escepticismo político y la deserción en las urnas, pero la novedad de 2007 consiste, precisamente, en que se presume una altísima participación electoral en los cinturones urbanos.
Es, seguramente, el resultado de las campañas de sensibilidad que han promovido distintos colectivos ciudadanos. Incluida la plataforma ACELEFEU, cuyo portavoz, Samir Abbas, conserva una fe imperturbable delante del fuego democrático: «Hay que convencer a la gente de que su voto vale tanto como el de cualquier otro. Es un arma democrática que muchos vecinos no utilizan porque se sienten hastiados y discriminados. La percepción está cambiando. Muchos de cuantos antes no iban a las urnas, ahora van a hacerlo. El voto de la periferia, que concierne a varios millones de personas, puede ser la verdadera respuesta a nuestro porvenir».
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