ISABEL SAN SEBASTIAN
Ser madre a los sesenta y siete años es un atentado contra la naturaleza, la sensatez y la conciencia, digan lo que digan las últimas técnicas de fertilización artificial. Vender a la prensa la exclusiva de esa aberración, una ruindad muy propia de quien es capaz de traer dos criaturas al mundo por el mero hecho de darse un capricho tardío y, de paso, hacerse famosa. ¿Cuánto tardará la primera televisión en emitir las imágenes de los recién nacidos? ¿Qué astronómica cantidad pagará por los derechos? ¿Se batirán récords de audiencia para contemplar las caritas de esas víctimas del todo vale aplicado a lo más sagrado? ¿Qué clase de sociedad consiente y jalea semejante barbaridad?
Ser madre no consiste en elegir en un catálogo unos óvulos de morena guapa y un esperma rubio de ojos azules. Es la antítesis de ese impulso que ha llevado a Carmen Bousada a mentir y pagar para satisfacer un presunto «instinto» que evidentemente le es ajeno. ¿De dónde sacará fuerzas para criar a esos hijos? ¿Quién compartirá con ella la tarea? ¿Se ha parado a pensar en lo que un ser humano necesita de sus progenitores a los seis meses, los seis años, los dieciséis o los veinticinco? ¿Es incapaz de ver más allá de su deseo egoísta? Y la clínica que ha hecho posible este alumbramiento contra natura, una de las muchas que se lucran con este tipo de tratamientos, ¿conoce algún límite? ¿Se atiene a algún código ético? ¿Ignora la diferencia entre ayudar a concebir a parejas con problemas y contribuir a una locura como ésta?
Los menores no votan, los no nacidos no cuentan a efectos políticos, y de ahí se deriva su indefensión absoluta. En este mundo hedonista que estamos creando sólo importa la capacidad adquisitiva. Todo se vende y todo se compra, incluidos los niños. La vida se ha convertido en un producto más, objeto de mercadeo. Todo lo que es posible se considera aceptable, con la complicidad de unos medios de comunicación siempre dispuestos a explotar una nueva veta de morbo surgido de la realidad; a comercializar lo más espeso, lo más mezquino, lo más vil, hasta convertirlo en cotidiano. Esta madre-bisabuela ha subido un peldaño más en esta escalada aberrante. ¿Con qué nos sorprenderá la próxima?
P.D. Zapatero puede fingir que no oye el clamor de la calle, pero se lo hemos dicho alto y claro por sexta vez consecutiva: ¡No a la negociación con ETA! Mal que le pese a su talante, la mayoría de los españoles nos negamos a arrodillarnos. La libertad que nace de la dignidad puede más, mal que le pese, que la paz de los cobardes.
|