LAURA FERNANDEZ
BARCELONA.-
Kiko Amat era ayer un polo azul eléctrico y una camisa a cuadros y un par de folios garabateados. Hablaba sin parar, como el amigo neurótico de Victor Mancini, el protagonista de Asfixia, de Chuck Palahniuk. Como él dice tener obsesiones (aquel únicamente por las piedras, piedras de todo tipo, que amontona bajo la cama, en el armario y hasta sobre la tele) no hay más que echar un vistazo a su segunda novela, Cosas que hacen BUM (Anagrama), para conocerlas. Dice que copió esto y lo otro de Brautigan y aquello de Fante y lo de más allá de Palahniuk, aunque lo que realmente intentaba era parecerse a Billy Wilder: «Quería que el principio de la novela recordara a El crepúsculo de los dioses, pero resulta que recuerda más al de Superviviente, de Palahniuk».
«Digamos que en mi primera novela, El día que me vaya no se lo diré a nadie, lo único que hice fue copiar a Brautigan (Richard).Improvisé. Pero ahora no. Esta vez me he puesto en serio. Cuando empecé tenía claro lo que quería contar y cómo iba a hacerlo», explicó el autor, que publicó su primera novela con 32 años, hace cuatro. ¿Y qué era lo que quería contar? «Quería hablar del paso de la niñez a la juventud, del ambiente de extrarradio barcelonés, de las bandas subculturales a las que pertencí...», dice. Todo ello salpicado del pop con el que ha crecido, excéntricas filosofías satánicas y gangs de dandis revolucionarios en apuros.«Digamos que la novela no surge de una tradición literaria convencional.Con ella me diferencio de todos los autores de este país, excepto de Casavella», añade.
La historia de Pànic, el protagonista de la novela, no tiene nada del otro mundo y mucho de éste. Pànic (una especie de álter ego del autor, porque «tiene muchísimo de mí pero no soy yo») se traslada a una ciudad del extrarradio barcelonés al morir sus padres en un estúpido accidente aéreo. Pasa del colegio al instituto y acaba mudándose a Barcelona, donde se une a los Vorticistas, una banda de dandis revolucionarios del barrio de Gràcia y lo que empieza siendo un juego acaba resultando demasiado serio.«Digamos que la novela es una habitación en la que guardo las cosas que me gustan. Este single y aquel otro. Escribo un poco como una urraca. Cojo cosas brillantes de muchos sitios y luego me monto un nido», dice. Con el lema punk (hazlo tú mismo) en la cabeza.
«Crecí en un mundo en el que ni Espriu ni Borges eran importantes.Lo eran The Jam y el nuevo periodismo. Por eso digo que no quiero ser Nabokov, sino los cuatro Who en uno. Hay mucho autor pretencioso que mira la literatura pensando en parecerse a Jane Austen con un espolvoreado de cultura pop. Pero yo no quiero eso. Yo aspiro a la democratización total de la novela. A construir un universo similar al de los cómics de superhéroes con mis personajes. A ser divertido», dice.
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