Martes, 6 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6260.
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No todo es racismo, pero puede serlo
JUAN GARCIA

Entre las cosas que he podido leer este fin de semana ha habido dos que me han llamado especialmente la atención. Una de ellas ha sido la crónica de las movilizaciones de los vecinos de La Salut de Badalona exigiendo el cumplimiento de normas básicas de convivencia. La otra, un artículo del británico Timothy Garton Ash.

El artículo de Garton mencionaba tres sondeos diferentes de opinión.La empresa NOP había realizado una encuesta según la cual algo más de la mitad de los musulmanes entrevistados en el Reino Unido no lo reconocía como «su país». Un segundo sondeo, éste efectuado en varios países por Pew, llegaba a la conclusión de que los musulmanes británicos, a diferencia por ejemplo de los franceses, colocaban su identidad religiosa por delante de la nacional.Finalmente, otra empresa, Populus, extraía de otro estudio de opinión que la mayoría de musulmanes ingleses aseguraba tener más cosas en común con los musulmanes de otros países que con los no musulmanes de su misma nacionalidad.

Los resultados me parecen significativos. Según éstos, llama la atención que el sentimiento de comunidad religiosa ha cogido carrerilla hasta adelantar al de identidad nacional; incluso en una democracia tan arraigada como es la del Reino Unido. Mientras las instituciones políticas del país siguen pensando en términos de unidad política, idiomática, etc., una parte de los súbditos de Su Majestad prefiere identificarse con un DNI religioso.

La otra cuestión informativa que he encontrado excepcional ha sido la de las protestas de los vecinos del barrio La Salut de Badalona. Según aseguraba ayer este diario, en este barrio y en el de Artigues, la Guardia Urbana detectó el año pasado 176 pisos patera. El fin de semana una disputa vecinal, una más, hizo saltar la chispa y unos 200 vecinos salieron a la calle para exigir el desalojo de los bajos de un edificio donde residían unos 40 inmigrantes rumanos.

Los vecinos insisten en que sus protestas no son racistas y que cuando ponen en sus pancartas «Fuera rumanos», lo hacen en la medida en que son personas de esta nacionalidad los que se niegan sistemáticamente a cumplir las más mínimas normas de convivencia.Seguramente tienen razón.

Hay un racismo que es puramente ideológico. Nace de la convicción estúpida de que hay características propias de una raza que la hacen diferente o superior a otras y que en función de eso se generan derechos, los que carecen los demás. Es una posición acientífica, inmoral e injusta. Pero hay otra cosa parecida al racismo que la genera la pobreza y las desigualdades sociales, que es difícil de soslayar si no se solucionan las causas que lo originan.

Estoy convencido de que los vecinos de estos barrios de Badalona no son racistas y su protesta está más que justificada. Clama al cielo, por otra parte, la impotencia de las autoridades para hacer cumplir la ley y resulta descorazonador oír a los alcaldes que no pueden hacer nada contra esa situación. Pero si el Estado, si sus administraciones, no son capaces de hacer cumplir las normas de las que se ha dotado una sociedad para la convivencia, entonces se está allanando el camino para que se produzcan rechazos sociales definidos por la piel o la nacionalidad del que acaba de llegar. Si la administración no puede asegurar el bienestar de sus conciudadanos, éstos tienden entonces a buscarse el refugio de una identidad que creen superior, como la religiosa. Ambos casos -lo del Reino Unido y lo de aquí- son fruto de vacíos, de debilidades. Si ante el fenómeno migratorio y la globalización que vivimos no somos capaces de poner recursos que garanticen la seguridad, la tranquilidad, la convivencia aparecerán los inevitables encantadores de serpientes.

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