Vaya por delante que tener un hijo siempre me ha parecido, casi, una barbaridad. Una proeza. Tanto si las madres y padres son jóvenes, como si están en edad de jubilación.
Padres en edad de jubilación los hay a punt apala. Sobre todo en el mundo de los famosos: Anthony Quinn, el padre de Julio Iglesias, Paul McCartney o Carlos Larrañaga que acaba de serlo a los 70.
Ya sé que la edad juega en contra de nuestros óvulos y no del semen, pero esa parte técnica se resuelve mediante la fecundación in vitro y la madre anciana, como les gusta resaltar a los media cuando las mujeres sobrepasan los 60 años, se convierte en una madre de alquiler.
Superado ese primer obstáculo aparecen los grandes interrogantes.¿Estará preparada psicológicamente? ¿Qué sucederá con los hijos si desaparece?
Son preguntas que estos días hemos leído por todas a partes después de que la andaluza Carmen Bousada de 67 años diera a luz a dos mellizos en el Hospital de Sant Pau de Barcelona. Preguntas que nunca se plantean cuando venerables padres en edad de jubilación siguen procreando ante la adulación general.
El pasado domingo el magazine de este periódico dedicaba una espectacular portada a Adriana Iliescu de 68 años y a su hija de 2 años Eliza. Bajo el título de ¿Instinto maternal o egoísmo ilimitado? se relata el «delirante encuentro en Bucarest con la que fue la mujer más longeva en dar a luz». Y en el delirio de ese difícil encuentro, al que Adriana se niega a pesar de haberlo acordado, se intenta retratar la inestabilidad de una «mujer anciana» que viste «una falda de pana roja y botas altas violetas más propias de una chica de 30 años».
Posiblemente la tardía maternidad de esta profesora universitaria, que figuraba en el libro de récords Guinness hasta que parió Carmen Bousada, haya trastocado su vida que ha pasado a ser pasto de periodistas y fotógrafos. Como sucede a los protagonistas de los reality shows televisivos de cualquier edad.
La ciencia avanza y la bioética nos abre cada día nuevos interrogantes.Cuando todavía se está discutiendo sobre la idoneidad de tener dos padres o dos madres, sigue creciendo el número de mujeres solteras que quieren ser madres. ¿Nos preguntamos entonces y con la misma animadversión que sucederá si la madre desaparece?
¿Por qué nos escandaliza, sólo, la edad de la madre, si esta sobrepasa los términos habituales?
¿Ser madre a los 20 o a los 30 años es una garantía para ser buena madre?
Lo único que hay que asegurar es la salud de madre e hijo.
Resulta curiosa la dimensión de este debate cuando son poquísimos los casos que se han producido en los últimos años.
No olvidemos que Carmen Bousada pagó de su bolsillo la inseminación realizada en una clínica norteamericana. Dicen que mintió con la edad. ¿No les parece curioso que los americanos, tan legalistas ellos, no pidieran algún documento? Posiblemente se contentaron con su tarjeta de crédito.