SILVIA TAULÉS
BARCELONA.-
Corría 1989 cuando la arquitecta Benedetta Tagliablue dedicaba su tiempo a pasear Nueva York para conocer las entrañas de los edificios que se habían construido en la década de los 30. Una fuente de inspiración que dejó reposar diez años, los que tardó en aparecer la posibilidad de construir la sede de Gas Natural, el proyecto más importante de la carrera de la italiana desde que murió el que fuera su pareja, Enric Miralles.
La arquitectura neoyorquina de principios de siglo XX se caracterizó por la proliferación de rascacielos que representaban a las grandes empresas y que pretendían unir la filosofía del negocio con la imagen corporativa.
Y es esta premisa con la que Tagliablue ha trabajado para proyectar el edificio casi terminado que se levanta al principio del barrio de la Barceloneta y que alberga la sede de Gas Natural. Se trata de «hacer publicidad a partir de cosas más impalpables», un fenómeno «internacional», señaló la arquitecta italiana, que responde «a la necesidad de las compañías a verse representadas por los edificios». Es encontrar «una personalidad propia a través de la arquitectura».
El edificio se proyectó como «una especie de roca esculpida por el mar, capaz de mantener la fuerza y de interpretarla». La italiana pretendió crear «un diálogo entre el edificio y la ciudad, basado, sobre todo, en la delicadeza». Precisamente de esa delicadeza habló el encargado de presentar la ponencia de Tagliablue en Tribuna Barcelona, Federico Correa. Considerado uno de los maestros de la arquitectura barcelonesa contemporánea, Correa destacó «el refinamiento» de Tagliablue, algo que queda reflejado, según Correa, «en un edificio muy difícil de explicar y que muestra la capacidad creativa y el refinamiento» de la italiana.
Tagliablue llegó a Barcelona de la mano de otro grande de la arquitectura barcelonesa, Enric Miralles, quien fue su pareja hasta que murió en 2000. En aquel momento, la italiana pensó que serían muchos los que dejarían de confiar en su despacho, algo que no sucedió con Gas Natural. Por este motivo, Tagliablue insistió ayer en agredecer a la empresa y uno de sus representantes, Antoni Flors, que le hayan permitido idear un edificio basado en la inspiración de un Nueva York que marcó una época. «Las ideas necesitan un mínimo de 10 años para sedimentar». Eran las palabras que repetía Miralles y que fueron recordadas ayer por Tagliablue, su más fiel colaboradora, la que ha esperado el tiempo necesario para levantar en Barcelona lo que parece que se convertirá en otro símbolo arquitectónico.
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