MADRID.-
La soledad puede duplicar el riesgo de padecer un tipo de demencia asociada a la enfermedad de Alzheimer en años avanzados de la vida, según un estudio del Centro Médico de la Universidad de Rush en Chicago (Estados Unidos) que se publica en la revista Archives of General Psychiatry.
Los investigadores analizaron la asociación entre el aislamiento social y la enfermedad de Alzheimer en 823 individuos con una edad media de 80 años. Los participantes pasaron por pruebas que incluían cuestionarios para evaluar la soledad, clasificaciones de demencia y enfermedad de Alzheimer, así como evaluaciones de su razonamiento, aprendizaje y capacidades de memoria, todo ello al inicio del estudio y anualmente durante cuatro años.
La soledad fue medida en una escala del uno al cinco en la que las puntuaciones más altas indicaban una mayor soledad. Los datos fueron recopilados entre noviembre del año 2000 y mayo de 2006.
Al inicio del estudio, las puntuaciones medias sobre soledad en los participantes eran del 2,3. Durante el periodo de estudio, 76 individuos que desarrollaron demencia reunieron los criterios de la enfermedad de Alzheimer. El riesgo de desarrollar la enfermedad ascendió aproximadamente un 51% por cada puntuación de la escala de soledad, de tal manera que una persona con una soledad alta (3,2 puntos) tenía alrededor de 2,1 veces el riesgo de desarrollar enfermedad de Alzheimer que una persona con una baja puntuación (1,4).
Los autores del estudio explican que las autopsias realizadas en los 90 individuos que murieron durante el estudio no mostraron una relación directa entre la soledad y las características cerebrales de la enfermedad de Alzheimer.
Menor habilidad social
Según los investigadores, los resultados sugieren que la soledad podría contribuir al riesgo de una demencia similar a la enfermedad de Alzheimer en los años avanzados de la vida mediante otro mecanismo diferente al de esta enfermedad y el infarto cerebral.
Los investigadores explican que el mecanismo que subyace al vínculo entre la demencia y la soledad no está claro, aunque señalan que los sistemas neurales que subyacen a la conducta social podrían estar menos elaborados en las personas solitarias y, como resultado, ser menos capaces de compensar a otros sistemas neurales deteriorados por un trastorno neurológico asociado a la edad.
«En los seres humanos, la soledad se ha vinculado en el pasado a una menor capacidad para las habilidades relacionadas con la interacción social», explican los autores del estudio. «Por lo tanto, es posible que los mecanismos neurológicos que subyacen al comportamiento social estén menos desarrollados en las personas aisladas, y esto debilite su capacidad para superar el deterioro de zonas cerebrales dañadas por patologías vinculadas a edades avanzadas», concluyen.
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