VICTOR DE LA SERNA
Se oye todo tipo de chanzas sobre si son los editoriales de El País los que dictan la línea política del PSOE y/o el Gobierno, o si ocurre lo contrario. Pero, sea de una forma o la otra -o aunque se alternen las influencias del uno sobre el otro-, está claro que todos los analistas políticos los desmenuzan con mucho cuidado para así calibrar su aguja de marear en cuanto a los designios de nuestros actuales gobernantes. El País es la fuente indiscutible.
En los últimos tiempos, sin embargo, uno sospecha que la otra acepción, la más común, del verbo marear es la que se aplican los lectores, aun muy avezados, de esos editoriales. Sobre todo los relacionados con ese terreno, entre lo gaseoso y lo fangoso, del proceso y de la reforma del Estado de las autonomías, y con sus aspectos jurídicos. Está claro que al editorialista, como a los actuales gobernantes, les fastidian la Ley de Partidos o la antiterrorista y las consideran un error y un engorro, pero como no se puede decir abiertamente, el resultado son unos mensajes absolutamente abstrusos. Los editoriales más herméticos que uno recuerde, y mira que El País es especialista en el género.
Ayer tuvimos el mejor ejemplo hasta la fecha: bajo el título de Cárcel o clandestinidad se comentaba la detención de los fugados de Segi en estos términos:
«Es posible que la definición de Batasuna como parte de ETA sea imprecisa. Algunos de sus miembros tienen seguramente doble militancia, pero eso no significa que todos los miembros de ese partido también la tengan. La naturaleza de Segi (continuadora de Jarrai) como rama juvenil de KAS, la coordinadora de todo el tinglado dirigido por ETA, es más confusa. En la práctica ha venido actuando como estructura de encuadramiento de los grupos de violencia callejera y, en cuanto tal, como cantera principal de reclutamiento de activistas de ETA. ¿Es esa actividad propiamente terrorista?».
«Sí», parecería ser la respuesta evidente. Pues nada de eso: el editorial termina sin conclusión alguna, con alguna pincelada que parece minimizar el terrorismo callejero («la kale borroka ha ido dosificando su presencia»), lo que deja al lector desconcertado, con cierta sensación de haber sido timado.
El jueves pasado, otro editorial enigmático, Paradojas de Ibarretxe, zigzagueaba de manera muy similar en torno a la comparecencia del lehendakari ante el Tribunal Superior del País Vasco y si ésta estaba o no justificada: ni sí, ni no, sino todo lo contrario...
Si un periódico prefiere, ante sus lectores, expresar de manera opaca, fluctuante y poco inteligible sus opiniones -o su falta de opinión- sobre algunas de las grandes cuestiones del día, allá él. Sus competidores no se quejarán. Pero si, como dicen las chanzas, esos textos están enchufados en vena al pensamiento del Gobierno sobre esas mismas grandes cuestiones, entonces sí podría ser como para que todos nos inquietásemos. Y bastante.
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