Martes, 6 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6260.
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'FIEBRE' LITERARIA / Se dan cita escritores procedentes de países como Turquía, Argelia o Suecia / Son autores que amplían los límites del género / Los asesinos en serie o el angustioso día a día ganan terreno
Barcelona, capital de la novela negra
LAURA FERNANDEZ

BARCELONA.- Corrían los años 20 cuando nació la novela negra de la que tanto se habla desde ayer en Barcelona (la III BCNegra arranca, nada menos, que con una sesión CSI). En concreto, corría el año 1920. Inglaterra acababa de toparse con la novela de «gato encerrado» (en 1920, Agatha Christie publicó su primer acertijo: El misterioso caso de Styles) y EEUU recibía los disparos literarios de toda una generación de vaqueros urbanos: Dashiell Hammett y Raymond Chandler publicaron sus primeros cuentos en Black Mask, la revista-trinchera a la que Quentin Tarantino debe su gusto por lo pulp (literalmente pulpa, o pulpa de celulosa, material con el que se hacían ciertas revistas, basadas en relatos de detectives, ciencia-ficción o terror; H. P. Lovecraft también dio sus primeros pasos en una de ellas).

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Desde entonces, y hasta ahora, han corrido ríos de tinta negra a uno y otro lado del charco (Jim Thompson, Patricia Highsmith, Chester Himes, Erle Stanley Gardner, William Brandon) y las fronteras, antes altos muros de puñetazos (por un lado) e ingeniosas artimañas (por otro, el inglés que inauguró Sherlock Holmes) han desaparecido. La novela negra propiamente dicha (la violenta novela norteamericana) y la novela de misterio (que cultivaron Arthur Conan Doyle, Georges Simenon y Agatha Christie) son hoy una, multilingüe y multicultural.

Sí, el detective sigue siendo un lobo solitario en la mayor parte de los casos (son muchos los autores que todavía intentan seguir los pasos de Philip Marlowe), tiene que vérselas con algún que otro asesinato y acaba engatusando a la chica cañón de turno, pero eso sólo en la mayor parte de los casos. Si pudiera hacerse una estadística de la influencia de lo estrictamente pulp en el thriller contemporáneo, el resultado sería ridículo. Porque, si bien es evidente que siguen existiendo unas reglas a seguir, está claro que han cambiado. Y si no, que se lo digan al marido de la hija de Ingmar Bergman, Henning Mankell (plato fuerte del tercer encuentro negrocriminal recién abierto en Barcelona).

Kurt Wallander no lucha contra el asfalto y los rascacielos, sino contra las macabras nuevas formas de asesinato (Wallander es un viejo sabueso en un mundo nuevo y sangriento). Y no lo hace en Los Angeles ni en Nueva York, sino en la campiña sueca. El limitado universo de poder contra el que se topa el detective clásico poco tiene que ver con el que dibujan escritores tan diversos como Yasmina Khadra (Argelia), Jean-Pierre Koffel (Marruecos), Sergei Lukianenko (Kazajistán), Saskia Noort (Países Bajos), Gerry Palazzotto (Italia), Celil Oker (Turquía) y Maj Sjöwall (Suecia). Todos ellos invitados al tercer asalto negro barcelonés que acaba de abrir sus puertas.

En la larga lista de autores que han sabido darle una nueva forma al viejo género, habría que añadir el curioso caso del islandés Arnaldur Indridason: el autor más vendido en Reikiavik por encima de Dan Brown y Stephen King. Su caso es curioso si se tiene en cuenta que en Islandia apenas viven 300.000 personas y son anecdóticos los crímenes que se producen al año.

Lo dicho. Las fronteras han desaparecido. Y la fiebre negra ha llegado hasta Kazajistán, donde Sergei Lukianenko compone sus particulares sinfonías del horror literario (el señor en cuestión es fan de Stephen King). En su día, a mediados del siglo XX, quizás en el momento en que se inició su expansión, llegó hasta Suecia, país donde una simpática pareja de escritores, Per Wahlöö y Maj Sjöwall, dio vida al inspector Martin Beck. Se dice que sus historias inspiraron nada menos que al mismísimo Graham Greene (el autor de El tercer hombre) y también al homenajeado Mankell, así como que sentaron las bases de los thrillers modernos.

Thrillers como el que propone la columnista nórdica de Marie Claire, Saskia Noort, El club gastronómico. Espectacular ha sido su acogida en los Países Bajos (ya ha vendido más de 300.000 ejemplares) y resulta curioso su parecido con los planteamientos de Agatha Christie.

La aparición de asesinos en serie, el juego científico (¿mató el ingenio de Sherlock Holmes?), el terrorismo y el angustioso día a día en un mundo rendido al hedonismo hasta el extremo de confundir los límites del individuo, entre otros muchos factores, han hecho aumentar las amenazas y, con ellas, la imaginación del autor negro.

Yasmina Khadra (el ex militar argelino que se esconde tras un nombre de mujer) ha convertido a su comisario Llob en el sheriff que reconstruye Argelia con los pedazos a los que él tiene acceso. Como él, Jean-Pierre Koffel sitúa a su particular superhéroe cotidiano ante la Casablanca que no conocemos. Porque de eso se trata. De contarse. De tomarle el pulso al mundo. Es un tour de force que cada vez se bifurca más y más.


¿Qué es lo que ocurre tras un asesinato?

L. F.

A primera hora de una mañana cualquiera, una secretaria encuentra a su jefe en su despacho, sentado ante su mesa, con la cara sobre el teclado de su portátil y la espalda cubierta de sangre. Le llama y el tipo no contesta. Se dice: 'marca el 092'. Lo hace y la teleoperadora de la Guardia Urbana le pregunta qué pasa. La chica le dice que su jefe está... muerto. Y, tras intentar tranquilizarla, la teleoperadora avisa a una patrulla y a una ambulancia. La patrulla se acerca al lugar de los hechos para comprobar si es cierto. Cuando lo hace, arranca la operación CSI o, lo que es lo mismo, la investigación en la escena del crimen (Crime Scene Investigation).

Más de 200 personas asistieron ayer a la sesión CSI que dio el pistoletazo de salida al BCNegra, el encuentro de escritores, editores y lectores de lo policiaco que este año alcanza su tercera edición. Una de las sedes de la Guardia Urbana sirvió de escenario al simulacro, que pretendía acabar con los mitos que las series de televisión y las novelas poco documentadas, han creado. Actores, agentes, un juez, un forense y una periodista participaron en la falsa escena del crimen, que se inició con el grito de la secretaria.

A su llegada al lugar y, tras comprobar que el señor estaba muerto, la pareja de la Guardia Urbana avisa a los Mossos d'Esquadra, que, al descubrir el cadáver, piden 'activar' la policía científica y el grupo de homicidios. Acordonan el camino sucio, el camino que, según parece, no ha recorrido el asesino, para que se puedan mover por él las personas que participen en la recogida de pruebas. Y éstas son: la policía científica y el forense. Éste último llega justo después de que el médico certifique la muerte de la víctima. Y lo hace junto al juez.

El juez toma las riendas del caso hasta el levantamiento del cadáver. Lleva consigo a un secretario, que anota todo lo que el forense y el juez digan. El forense y un par de agentes de la Policía Científica se enfundan entonces en trajes especiales y, mientras los agentes fotografían y graban los objetos que encuentran junto al cuerpo, las gotas de sangre, las posibles huellas y restos de fibras que rastrean con el equipo técnico, el forense toma la temperatura del cadáver y trata de determinar la hora y la causa de la muerte.

Cuando lo hace, el juez ordena el levantamiento del cadáver, el equipo médico retira el cuerpo y la oficina de prensa de los Mossos d'Esquadra recibe las primeras llamadas de los periodistas. El trabajo en la escena del crimen (que puede alargarse durante un día entero) ha acabado.

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