Las señales estaban allí para los advenedizos. En el tradicional lanzamiento de balones a los delfines del zoo de Miami, éstos se habían decantado por el de los Colts; los cuatro últimos campeones habían procedido, como Indianápolis, de la Conferencia Americana; y el vitoreado espectáculo del descanso no solamente iba a ser protagonizado por Prince, nacido en una ciudad de parecido nombre -Minneápolis-, sino que además interpretaría su célebre Purple Rain. Y, ¿quién lo hubiera dicho? Acabó lloviendo a cántaros la noche del domingo en Miami.
Pero el diluvio no fue púrpura, precisamente, sino blanquiazul, los colores de los Colts, nuevos y primerizos campeones de la NFL tras imponerse a los Chicago Bears (29-17) en la Superbowl. Fue una noche de lluvia y estrenos. Como el de Peyton Manning, el quarterback ganador, que por fin honró una rica tradición familiar -su padre jugó 11 temporadas con los Saints y su hermano lidera actualmente los Giants- con un título que sirve para certificar su futuro ingreso en el Salón de la Fama. O como el de Tony Dungy, el primer entrenador de raza negra en levantar el trofeo Lombardi en 41 ediciones. O la aparición de la lluvia, que jamás había regado una Superbowl, partido proclive a los estadios cubiertos o de clima cálido para el beneficio del espectáculo.
Y, pese a los mencionados augurios, las cosas empezaron mal para los nuevos campeones, otro hecho insólito en la gran final. El retorno del kickoff inicial 92 yardas para un touchdown por parte de Chicago puso en graves aprietos a Manning y compañía, que se vieron 7-0 abajo tras sólo 14 segundos disputados. El súbito revés y las adversas condiciones climáticas parecieron atormentar al quarterback, que hasta el domingo acarreaba consigo la etiqueta de gran jugador incapaz de dar el último paso hacia la cima. En su primera posesión, Manning cometió su único error del partido, al forzar una intercepción de la defensa de los Bears, que empezaban a soñar con una repetición de su anterior Superbowl: un baño a los Patriots (46-10) en 1985.
Al fin y al cabo, los verdaderos perjudicados en este tipo de envites eran los Colts, que perdieron en su única aparición, en 1969, a manos de los Jets. Un choque en el que, como el domingo, partían como claros favoritos y cuyo resultado significó la eventual fusión de la AFL con la NFL. Pero algo extraño ocurrió en esta ocasión en el Dolphins Stadium. Las supuestas debilidades de Indianápolis -defensa y juego de carrera- se convirtieron en sus mejores armas, mientras que la fuerza de los Bears se diluyó en la tormenta tropical. Sorprendentemente, fue Chicago quien más acusó el estado resbaladizo del balón y el terreno de juego. Sobre todo, su quarterback Rex Grossman, que perdió dos intercambios y sufrió dos intercepciones tras el descanso. La segunda clave, al ser retornada 56 yardas para el touchdown que ponía arriba a Indianápolis (29-17) a la postre el marcador definitivo.
La jugada, protagonizada por Kelvin Hayden -nacido en Chicago para más inri-, dio todavía más aire a unos Colts que se habían repuesto del mazazo inicial mediante un laborioso plan de ataque excelentemente dirigido por Manning. El quarterback, al que muchos ridiculizaban con el apelativo de Stat Boy (chico de las estadísticas) por su obsesivo perfeccionismo, dio una clase magistral de cómo desmantelar a la mejor defensa de la Liga.
Con pases medidos y un gran control del tempo, logró que su equipo sumara 33 jugadas más que el ataque de Chicago y, con ello, un triunfo que por fin corona su linaje. «Siempre que nos quedamos cortos, fue decepcionante, especialmente el año pasado. Es bueno coronar tanto trabajo duro con un campeonato», subrayó tras el choque el declarado Jugador Más Valioso del Partido, evitando caer en la réplica a sus críticos. «No juego a eso. Estoy orgulloso de formar parte de este equipo y le dedicamos este triunfo a nuestro entrenador».
Dungy, el hombre que hizo historia en representación de los entrenadores de raza negra, le devolvió los elogios a su quarterback, del que valoró sus condiciones de «futuro integrante del Salón de la Fama, incluso antes de ganar esta Superbowl». Una Superbowl primeriza en todo, que será recordada por los desbarajustes de los Bears, el desquite de Manning, la lluvia, y el hito de Dungy. «Siendo el primer afroamericano en ganarla, debo dedicarla a los que abrieron el camino antes. Sin ellos, no estaría hoy [por ayer] aquí», dijo.