Por ello, son incapaces de garantizar la seguridad. O, al menos, así lo veían ayer The New York Times y Financial Times, dos de los diarios más críticos con la Guerra en particular y con la Administración Bush en general. Según esos medios, la presión de EEUU para controlar las milicias chiíes en Irak está haciendo que esos grupos aflojen el control que tenían en Bagdad. Pero, a cambio, la inseguridad está creciendo. Y el resultado ha sido una oleada de atentados de extremistas suníes que ha asolado los barrios chiíes de Bagdad en los últimos días. Sólo el sábado murieron al menos 135 chiíes en uno de esos ataques. Ayer, 25 más fallecieron en otro atentado con coche bomba. En la última semana han muerto 1.000 iraquíes, según las estimaciones del Gobierno de Bagdad.

El control de las milicias chiíes es, según los medios de comunicación de EEUU, el primer paso de la anunciada ofensiva estadounidense para pacificar Bagdad. Una ofensiva que «empezará pronto», según dijo ayer a la agencia Associated Press el coronel estadounidense Doug Heckman, asesor de la Novena División del Ejército iraquí, que recurrió a términos más bien apocalípticos al explicar que «va a ser algo nunca visto en esta ciudad».

Pero, por el momento, lo único que parece haberse producido es un vacío de poder. La estrategia de EEUU esta vez es, aparentemente, la misma que en verano. Es decir: anular las fuerzas del clérigo chií proiraní Muqtada al Sadr, lo que permitiría al Gobierno de Irak -controlado por otras dos facciones chiíes y por los kurdos- retomar el control de las calles de su propia capital. Entonces sería el momento de ir a por los insurgentes suníes, que son los que se dedican a matar estadounidenses. Así se podría romper la espiral de venganzas desatada en el país desde que hace un año radicales suníes volaron la cúpula de la mezquita chií de Askariya, en Samarra. El propio primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, ha pedido a EEUU que asuma el control de Bagdad.

Muchos dudan de la eficacia de esa estrategia. De hecho, cuatro expertos en islam y estrategia militar consultados ayer por EL MUNDO no lograron ponerse de acuerdo ni en el análisis de la situación ni en las posibles soluciones militares. El analista del centro de estudios New America Foundation Nir Rosen, cree, en primer lugar, que el término «estrategia» es «exagerado» para definir los planes de EEUU en Irak. En una entrevista telefónica con este periódico desde Jordania, Rosen declaró ayer que «lo único que EEUU va a hacer es mover las tropas de sitio. Eso es ineficaz en un país desgarrado en una guerra civil, en el que el Estado no existe y en el que el principal problema es, precisamente, la ocupación estadounidense». Para Rosen, «las milicias chiíes tienen una estrategia muy inteligente y exitosa, porque están usando a los estadounidenses en su favor, mientras llevan a cabo una guerra de exterminio extremadamente eficaz contra los suníes del sur de Irak y de Bagdad, y los relegan a la provincia de Anbar». Rosen considera «razonable» el estudio de la Universidad Johns Hopkins que señala que más de 600.000 personas pueden haber muerto de forma violenta desde la invasión en 2003.

Según esa tesis, los chiíes iraquíes serían el equivalente iraquí de los chetniks, es decir, los milicianos serbios que realizaron las limpiezas étnicas en Bosnia, Kosovo y Croacia en las guerras de la ex Yugoslavia.

Aunque otros lo ven exactamente al contrario. «Comparar a los chiíes con los chetniks es una degradación del lenguaje político. Los radicales suníes son el equivalente de los chetniks, porque ellos representan a una minoría que había ostentado el poder y todos los privilegios bajo el Gobierno de Sadam, y que está masacrando chiíes porque no quiere perder esos privilegios», replicaba Stephen Schwartz, director del Centro para el Pluralismo Islámico, una organización que trata de promover el islam moderado en el mundo.

Así que no está claro cómo van a poder imponerse los estadounidenses en esa situación. «Irak se ha fragmentado en 10.000 vecindarios diferentes. Ahora, de lo que se trata es, por un lado, de que seamos capaces de aplicar lo que hemos aprendido en estos cuatro años combatiendo a las guerrillas. Y, por otro, de que los grupos armados de autodefensa sean integrados en las fuerzas de seguridad del país», ha declarado a este periódico John Pike, del centro de estudios Global Security. Desde un punto de vista más pesimista, Marco Vicenzino, director del Global Strategy Project, asegura que «lo único que cabe esperar con la ofensiva en Bagdad es evitar la propagación de la guerra más allá de Irak».