Martes, 6 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6260.
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Nicolas Sarkozy: «No consiento que se me llame homófobo»
El candidato de la UMP supera con autoridad un intenso debate televisivo, sin preguntas pactadas ni límites, con los ciudadanos franceses
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- «No consiento que se me llame homófobo». He aquí la reacción de Nicolas Sarkozy cuando un compatriota homosexual invitado a un programa televisivo le acusó anoche de retrógrado y anticuado.

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El ministro del Interior mantuvo la calma, aunque el debate se fue calentando a medida que otro tertuliano gay reprochaba al candidato del centro derecha haber eludido el derecho de adopción a los homosexuales. Sucedió en directo, a las 21.35 horas, sin red ni preparativos. Sarkozy dejó hablar a los interlocutores y se mostró comprensivo con sus argumentos, pero no concedió una sola variación del programa.

«Como ministro de Finanzas yo mismo impulsé la ley que consentía a las parejas homosexuales las uniones civiles. Soy partidario de que tengan los mismos derechos fiscales, patrimoniales y hereditarios. Critico toda forma de discriminación, pero mis convicciones sobre la familia me impiden aprobar la idea de las adopciones», señaló Sarkozy desde la tribuna. Era el primer debate televisado en que participaba el aspirante del UMP (Unión para un Movimiento Popular) desde que anunció su candidatura al Elíseo. Y tuvo mérito, puesto que le rodeaban una treintena de compatriotas dispuestos a verlo sufrir como si estuviera en el tendido de una plaza.

No había preguntas pactadas ni restricciones. Sarkozy quiso jugársela en directo y en horario de máxima audiencia. Aprovechó para reivindicar el derecho de trabajo y para sensibilizarse con los problemas de la vivienda, aunque el pasaje más problemático se produjo cuando los invitados homosexuales trataron de banderillearlo a cuenta de sus derechos.

«Una cuestión son los derechos y otra es comprometer la célula familiar. No me cabe la menor duda de que una pareja homosexual tiene que tener las mismas prerrogativas que una heterosexual. Pero la integración de los niños en la vida común requiere poner límites a las adopciones», señaló Sarkozy nada más reprochársele el pecado de homofobia.

No fue el único episodio controvertido. El ministro de Interior tuvo que torear con firmeza cuando tomaron la palabra los invitados de origen magrebí o de religión musulmana. Acusaron al presidenciable de fomentar las discriminaciones, pero Sarkozy recordó a unos y otros que fue suya la idea de promover el Consejo Francés del Culto Musulmán.

También les recordó que ninguna religión, tampoco la cristiana, prevalecía sobre el derecho de la nacionalidad francesa. Fue entonces cuando Sarko hizo hincapié en su política de inmigración y cuando sostuvo que cada país era soberano de controlar los flujos de extranjeros.

El intenso debate aconteció en la primera cadena privada. Una hora a pecho descubierto que permitió a Sarkozy hacerse fuerte allí donde su rival, Ségolène Royal, se creía más sólida. Y es que la candidata socialista había convertido la democracia participativa en el leitmotiv de sus debates populares entre la militancia. Con dos diferencias: no había cámaras de televisión y las preguntas del público se filtraban.

La maniobra televisiva de Sarko se produjo el mismo día en que trascendían una serie de sondeos descaradamente favorables al candidato del UMP. Según Le Figaro, el ministro del Interior aventajaría a madame Royal en seis puntos de diferencia tanto en el primer turno como en el segundo. Méritos propios y deméritos de Ségolène, que el próximo domingo anuncia una jornada de relanzamiento electoral.

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