Fieles a la tradición de las tríadas (mafias chinas) nacidas hace 3.000 años, en el restaurante Lin Yue de Sittensen (Baja Sajonia, Alemania) no debía quedar un sólo testigo. Y pese a que los atacantes se aplicaron a fondo, sin escatimar munición, uno de los siete cuerpos tiroteados aún respiraba y ayer se debatía entre la vida y la muerte en el hospital.
«Está muy grave», señalaba en tono pesimista el portavoz de la policía local, Detlev Kaldinski, quien no pudo sino dejar claro que hasta los equipos de investigación están asombrados de un crimen de tal magnitud en esta tranquila ciudad, de poco más de 10.000 habitantes.
Los seis cadáveres -de tres mujeres y tres hombres- eran descubiertos pasada la medianoche de ayer por un ciudadano asiático que fue recoger a su esposa, empleada en el restaurante. Ella era uno de los cuerpos maniatados sin vida. El hombre puso en guardia a la policía y tuvo que recibir ayuda psicológica.
Al llegar los agentes, salvo por los cadáveres tiroteados, todo se encontraba dispuesto para una nueva jornada gastronómica en el local de Enni y Denni, los dueños, que también estaban entre los asesinados. Una vela aún estaba encendida en una mesa y junto a las ventanas los agentes hallaron pequeñas mondas de naranja.
En el pequeño estanque del centro del local, abierto en 1997, que se cruza por una suerte de puente, los habituales peces de colores seguían nadando entre rocas ajenos al baño de sangre.
Kaldinski admitía ayer que sus agentes están registrando cada esquina y cada mota de polvo en busca de pistas. Todas las opciones están abiertas: mafia, ajuste de cuentas, algún tipo de robo... Por la mañana el agente confesaba a la edición electrónica de la revista Der Spiegel que una de sus mayores preocupaciones en esos momentos era trasladar los cadáveres hasta el tanatorio sin despertar la atención de los medios. Los cuerpos corresponden a los dueños y cuatro empleados.
En los alrededores del número 6 de la calle Hamburger, tras el control policial, los vecinos no podían creer lo ocurrido. Cercano a una zapatería, la oficina de Correos, una lechería y un popular supermercado, algunos comentaban lo agradables que eran Enni y Denni cuando acudían al local. «No conocíamos sus nombres, pero nosotros les llamábamos así. Siempre venían a saludar en persona a los clientes, con un alemán muy fluido», señala Peter Senkpiel, un cliente habitual. Una mujer que acaba de recoger a su hijo de un colegio cercano aclaraba: «No hemos oído nada, ningún disparo, ningún grito. Tenemos miedo».
«El local estaba muy bien situado y era muy conocido», afirma el portavoz policial. «También venía gente de las localidades cercanas de Scheessel y Umgebung», añade, mientras explica que muy cerca pasa la autopista A1. La Policía aseguró ayer que está investigando a todos y cada uno de los clientes que estuvieron el domingo en el restaurante chino.
Según expertos policiales, en China se pueden encontrar hasta 5.000 tríadas o familias mafiosas en la actualidad. En Europa, estas organizaciones clandestinas contarían con más de 240.000 miembros, que facturarían al año 16.000 millones de dólares (12.200 millones de euros).
Siempre según estas fuentes, su área de actividad delictiva se centraría en el tráfico de estupefacientes, el secuestro de personas y la extorsión, generalmente en el ámbito de sus propias comunidades. En su modus operandi se incluiría la importación de asesinos profesionales para realizar trabajos muy concretos.
Las Tríadas chinas serían el equivalente a las familias de la mafia italiana. Este tipo de organizaciones surgió hace tres milenios en China, formadas en su mayoría por perseguidos políticos. Aunque no nacieron como organizaciones delictivas, la marginalidad de sus integrantes y su clandestinidad los llevaron hacia el delito.