Después de mucho pensarlo, he llegado a la conclusión de que el esfuerzo por querer hacer una España -o una España una- desemboca siempre en lo que conocemos como las dos Españas, que no son dos, sino tres: las dos Españas que se llevan a matar entre ellas y la tercera, la pobre, que unas veces media entre las otras dos y otras veces se suma -por buena voluntad o por necesidad- a alguna de las otras dos y que, sea como fuere, se acaba llevando las tortas de quienes siempre tienen ganas de repartir tortas.
De modo que, antes de que el objetivo de hacer una España -una España una- acabe por hacer imposible cualquier España, considero recomendable afanarse en la tarea de hacer seis Españas, lo cual, reconozco, es una idea que puede parecer demasiado sutil, si se sobreentiende, como hay que sobreentender, que tener seis sería la única manera de tener una España -no una España una- medianamente presentable.
Hombre, la primera tentación de quienes ya estamos un poco cansados -mucho, a decir verdad- de la mala solución de nuestras cuentas de la vieja y de nuestros cuentos chinos, sería, en un momento de arrebato, suprimir España y sustituirla por los Estados Unidos de la península Ibérica (EUPI), cuya capital ideal, a mi juicio, sería Zaragoza, un sitio muy bien comunicado. Es que, jo, Madrid no puede soportar ya ni un minuto más ser la sede del Gobierno de la nación, ser un municipio tan grande, ser capital de una comunidad autónoma y tener cuatro periódicos. Es demasiado. Yo convertiría Madrid en Ciudad Autónoma, integraría lo que es hoy la Comunidad en Castilla-La Mancha, trasladaría el Gobierno de la nación a Zaragoza y dispersaría los cuatro periódicos -y sus radios- por ahí lejos.
Las seis Españas no consisten, debo aclarar, en dividir el territorio de lo que hoy es España en seis partes. No, qué va. Dejemos las cosas como están, que, estando mal, lo normal es que cualquier cambio de esta naturaleza fuera para peor.
De lo que se trata es de terminar con esta fórmula de bipartidismo más nacionalismos, que es la base de las dos Españas. Las seis Españas que yo propugno se corresponderían con seis partidos o tipos de partidos que es que están ahí, a huevo, y que no acaban de cristalizar véte tú a saber por qué: un partido de extrema derecha, un partido de derecha conservadora con ala de centro-derecha, un partido liberal-centrista, un partido de centro izquierda-social liberal, un partido de izquierdas-izquierdas y los partidos nacionalistas periféricos en mogollón.
Tenemos un pifostio de Historia pasada, ideas, intereses matemáticos electorales e intereses económicos regionales que nos trae a mal traer, ya que sólo se resuelve y, a la vez, se encona con los pactos o confrontaciones de los dos partidos nacionales con los partidos nacionalistas. Pues que haya seis partidos, lo menos, y que, de no tener ninguno de los dos más grandes mayorías absolutas, se tengan que entender con otros que no sean necesariamente los nacionalistas. ¿Mala idea? Pues arréglalo tú.
