ERASMO
Tal Mainar, su jauría humana, sus odios africanos en la nieve. «Sólo pa joderle y fastidiarle». Decía. Mientras, furtivamente, tratan de implantar el «algo habría hecho». Enfermiza obsesión circular entre montañas, en la mínima aldehuela entre cuatro paredes, sin nada que hacer, donde el rencor se hizo endémico, los aborrecimientos, irrespirables. Para un encomio de la gran urbe: su despreocupada, apacible soledad anónima.
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