La imagen que hoy publica EL MUNDO de José Ignacio de Juana Chaos, atado a la cama y alimentado por una sonda, estremece a cualquier persona con sensibilidad y plantea profundos interrogantes éticos. El diario londinense The Times difundía ayer una entrevista con el etarra en la que éste se comparaba nada menos que con una «violada», en alusión a su falta de libertad y a la alimentación forzosa.
Lo primero que hay que señalar es que esa sonda nasogástrica que se aprecia en la fotografía tiene como finalidad preservar su vida. Él, en cambio, no tuvo ninguna consideración con las 25 víctimas a las que asesinó.
Tras el comienzo de la huelga de hambre el pasado 7 de noviembre, la Audiencia Nacional emitió una resolución en la que instaba a los médicos a hacer todo lo posible para mantener la vida de De Juana Chaos, incluyendo expresamente la alimentación forzosa. Ello fue corroborado en un auto posterior, en el que se precisaba que los médicos podían emplear «la mínima fuerza exigible» para alimentarle, puesto que De Juana -que ha dicho que sólo saldrá vivo del hospital si se le concede la libertad- se quita la sonda y se niega a ingerir alimento alguno.
Los médicos han vuelto a dirigirse a la Audiencia Nacional para preguntar si deben sedar a De Juana para que éste no se libere de las ataduras e impida esa alimentación a través de una sonda. La Audiencia acaba de responder afirmativamente a esta pregunta con un auto en el que precisa que los médicos podrán recurrir a la fuerza para administrarle sedación.
La Justicia tenía dos opciones: respetar su voluntad de no alimentarse y dejarle morir, como hicieron los jueces británicos en 1981 cuando Bobby Sands se declaró en huelga de hambre, o hacer lo posible para proteger su vida. Ésta ha sido la opción de la Audiencia Nacional, lo que ha obligado de forma consecuente a los jueces a ir dando pasos para evitar su muerte.
La capacidad de chantaje de este etarra deriva precisamente de esta obligación moral y legal del Estado de Derecho de tener que hacer todo lo posible para que siga viviendo. Él se aprovecha de esta situación para poner en jaque a la Justicia, a la que exige su libertad a cambio de poner fin a ese penoso espectáculo de autodestrucción.
La cuestión esencial es que este etarra está utilizando la humanidad del Estado -que ETA nunca ha practicado- para exigir un trato de favor que vulnera las leyes y afrenta a sus víctimas. El Estado no puede, no debe ceder por muy espantosas que sean esas imágenes que el propio entorno del etarra ha facilitado a The Times.
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