FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Entre las canciones del antifranquismo que convendría rescatar para la lucha de la Nación por su supervivencia, citábamos ayer dos: A galopar, con letra de Alberti y España en marcha, de Gabriel Celaya. Hay una tercera que parece escrita para las víctimas del terrorismo en general y para la resistencia vasca contra la dictadura etarra en particular. A ésta también le puso música Paco Ibáñez, y no sé las veces que pudimos escucharla en la clandestinidad, cuando el miedo era un guante de terciopelo, y a veces de arpillera, en la garganta. El título no podía gustarnos a los poetas: La poesía es un arma cargada de futuro. Sin embargo, leída hoy, parece escrita para nuestros heroicos compatriotas del PP vasco, o para los del PSOE que no se resignan a la ignominia.
Pienso en María San Gil: «Cuando ya nada se espera personalmente exaltante / más se palpita y se sigue más acá de la conciencia, / fieramente existiendo, ciegamente afirmando, / como un pulso que golpea las tinieblas, que golpea las tinieblas». Pienso en las víctimas del terrorismo, como los Blanco, los Ordóñez, los Buesa, los Múgica, los que se han convertido en pesadilla, en incómodo lastre para los 'Zetapé', los López y los Nadie cuya rendición estorban: «Cuando se miran de frente / los vertiginosos ojos claros de la muerte, / se dicen las verdades: / las bárbaras, terribles, amorosas crueldades, amorosas crueldades». Pienso en todos ellos: «Porque vivimos a golpes, / porque apenas si nos dejan / decir que somos quien somos / nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. / Estamos tocando el fondo, estamos tocando el fondo». ¡Nunca más cierto!
Si cambiamos poesía por política o por libertad, el ayer sirve al hoy: «Poesía para el pobre, poesía necesaria / como el pan de cada día, / como el aire que exigimos trece veces por minuto / para ser, y en tanto somos, dar un sí que glorifica». «Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales / que lavándose las manos se desentienden y evaden / maldigo la poesía del que no toma partido, partido / hasta mancharse».
Y para el clero que dice que quiere arrepentirse: «Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren / y canto respirando. / Canto y canto, y cantando más allá de mis penas, de mis penas / personales, me ensancho me ensancho». Y acaba: «Quiero daros vida, provocar nuevos actos/ y calculo por eso, con técnica, que puedo. / Me siento un ingeniero del verso y un obrero / que trabaja con otros a España / a España en sus aceros». «No es una poesía gota a gota pensada / no es un bello producto, no es un fruto perfecto. / Es los más necesario, lo que no tiene nombre, / son gritos en el cielo y en la tierra son actos».
Y vuelve el estribillo: «Porque vivimos a golpes...». ¡Cuarenta años ya!
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