FRANCISCO UMBRAL
El fulgor y la sangre. Así tituló el olvidado e inolvidable Ignacio Aldecoa su mejor novela, que se sitúa en el realismo inmóvil de los 50. Esta novela es un ejercicio de estilo que supera todo el encargo y que nos da a conocer la realidad de la Guardia Civil, que por entonces era una institución intocable en el mapa de España y en la memoria belicosa de los españoles.
El duque de Ahumada ha sido durante algún tiempo un mito inabatible como fundador de la Guardia Civil. Conocí yo a un descendiente de Ahumada, que era un aristócrata joven dentro de la aristocracia activa del momento. También este joven Ahumada tenía temperamento y se veía en él la continuidad beligerante de esta institución. Nadie en España tocaba un tricornio y menos que nadie los políticos en activo. El político siempre podía esperar el apoyo de la Guardia Civil en alguna gestión claramente justiciera o beligerante. La Guardia Civil servía para encauzar un río o para redimir a un paria que robaba tomates en el camino incierto de su propia vida.
Precisamente por aquel entonces se perfilaba una Guardia Civil fluvial que creo recordar en su origen. Había algunas casas nobles que blindaban su compañerismo social a la pareja de turno, brindándoles cama y mesa por unas horas. Era ese carácter de integración social que sólo funciona bien cuando es espontáneo. Según veíamos en El fulgor y la sangre, una Casa/Cuartel de esta institución era algo así como un claustro numeroso que reunía matrimonios y hombres solos en su disciplina de silencio, aire libre y panoplias bien propicias en cada momento. Aldecoa supo, asimismo, recoger algunos aspectos críticos de la Guardia Civil, que eran víctimas y verdugos de una España agreste y silenciosa, prodigiosamente callada y ejemplarmente disciplinada.
La gran originalidad de la Guardia Civil ha sido reconocida por todo político o legislador como un modelo sobrio, duradero y eficaz, favorable para ricos y pobres. Este cuerpo militar y civil, como su nombre indica, viene de las láminas marrones y románticas y llega hasta el 23-F de Tejero, para continuar luego, salvado el grave conflicto, por su senda literaria, popular y pintoresca.
Ni fulgor ni sangre en el momento actual de la Guardia Civil, cuando este Gobierno ha iniciado negociaciones con el Cuerpo. Iniciaciones no muy acertadas por parte de la autoridad y que no se han llevado hasta el final como hubiera hecho, por ejemplo, la República. Hoy mismo tenemos la sospecha de que se quiere paralizar a este otro Ejército en algún punto, creando conflictividad interna y choque con el carácter de aquellos héroes de fulgor y sangre. La literatura nos asiste desde el romanticismo que digo hasta algunos poemas de García Lorca. Quizá el Gobierno, la democracia que planea sobre nosotros sin llegar a posarse en nada, como las mariposas, encuentra esos románticos tricornios como enunciados por el costumbrismo. Algunas realidades del caso y de otros casos deben no tocarse más «que así es la rosa», como aconseja otro poeta, Juan Ramón Jiménez.
Ya ven ustedes que el tema se vuelve virgiliano por momentos y ése es su mejor fondo.
|