Martes, 6 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6260.
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EL ZOO DEL SIGLO XXI / CYNTHIA SOMMER
Arsénico por silicona
El jurado la considera culpable de haber envenenado a su marido para cobrar el seguro y pagarse una operación de aumento de pecho
CARLOS FRESNEDA. Corresponsal

NUEVA YORK.- A falta de evidencia, nada mejor que un par de implantes de silicona... No se ha encontrado la prueba definitiva que demuestre que Cynthia Sommer, de 33 años, envenenó con arsénico a su joven marido, el marine Todd Sommer. Pero ha bastado un hecho -la operación quirúrgica a la que se sometió la viuda dos meses después de la sospechosa muerte- para convencer a los 12 miembros del jurado.

¿Asesinó Cynthia al marine para cobrar los 250.000 dólares (unos 212.000 euros) del seguro de vida y poder pagarse un par de implantes? ¿Fue capaz de envenenar al padre de su cuarto hijo para quedarse con el dinero, recuperar su libertad y prodigarse en correrías sexuales?

El jurado ha fallado que sí, que es «culpable», y aunque habrá que esperar hasta el 23 de marzo para conocer la sentencia definitiva, todo hace pensar que Cynthia Sommer, que aún conserva el apellido del muerto, será condenada a cadena perpetua.

El juicio de los implantes ha puesto bajo los reflectores a todo el cuerpo de los marines en la base de Miramar, en San Diego. Otros tres aguerridos infantes de Marina han desfilado como testigos para confirmar los excesos sexuales de la viuda alegre tras el entierro del finado.

Christopher Reed reconoció haber hecho el amor con ella poco después de la muerte de Todd, mientras su hijo dormía en la habitación de al lado. Ross Riffer, con quien después se iría a vivir a Florida, admitió haber sido su novio a las pocas semanas de enviudar.

Su cuñada, Mitchell Sommer, recordó cómo el funeral fue más bien «una fiesta de celebración», con baile incluido. Dana Benton, una vecina suya, dio cuenta de las correrías de Cynthia en Tijuana y de su participación en un concurso de camisetas mojadas para exhibir con orgullo sus flamantes senos. Casi todos los testigos tuvieron que confesar lo que sabían sobre la famosa operación.

Los implantes le costaron a la viuda 5.400 dólares (unos 4.580 euros), y fue uno de los primeros y más notorios gastos tras cobrar la póliza del seguro, que también sirvió para financiar incontables expediciones al centro comercial. En ausencia del doctor Scott Miller, el artífice de los nuevos pechos de Cynthia, testificó su secretaria, Betsy Walker. La primera visita de Cynthia se produjo el 8 de febrero de 2002, cuando había empezado la agonía de su marido, que falleció 10 días después.

Con Todd ya enterrado, y con el dinero fresco de la póliza, Cynthia Sommer se personó en la clínica el 4 de abril y reservó hora en el quirófano dos semanas después. La viuda salió en defensa propia leyendo entre lágrimas ante el jurado la última felicitación de San Valentín que le dejó escrita su marido antes de morir: «Mi vida es tan feliz... Ojalá que el próximo año puedas ponerte un par de tetas».

«La operación quirúrgica era algo sobre lo que habíamos hablado hacía tiempo. Consulté con varios doctores, quería saber los precios... Si lo hice después de su muerte fue porque pensé que algo así me iba a levantar el ánimo y ayudarme a llevarlo mejor. Igual que las compras: cada uno tiene una manera distinta de enfrentarse al dolor».

Pero la fiscal Laura Gunn no tuvo piedad con la acusada, hasta el punto de humillarla ante el jurado: «Mírenla ustedes. Mantuvo encuentros sexuales uno tras otro, organizaba fiestas, se puso implantes en los pechos... No estamos ante una persona de luto. Estamos ante alguien en perpetua celebración».

«Éste es el homicidio a sangre fría más cruel al que me he enfrentado», aseguró Gunn, que contó los detalles de la agonía de Todd Sommer durante casi dos semanas y reveló que los niveles de arsénico hallados en su cuerpo eran 1.000 veces superiores a los normales.

Gunn no consiguió aportar la prueba definitiva, pero alegó que la viuda era la única «con un motivo y con acceso al veneno». «Esta mujer ha estado viviendo más de tres años en total impunidad, haciéndonos creer a todos que lo que fue un asesinato era una muerte por causa natural», concluyó Gunn, que recordó cómo Cynthia fue detenida en 2005 en Florida y extraditada a California por los indicios de culpabilidad.

El abogado defensor, Robert Udell, le dio la vuelta a la historia y defendió la inocencia de la viuda... «Después de un matrimonio fracasado y con tres hijos a su cargo, Cynthia encontró en Todd Sommer al amor de sus sueños, al caballero con armadura... Era difícil encontrar un hombre más perfecto».

Udell intentó convencer al jurado que Cynthia no ganaba gran cosa, sino que más bien perdía la casa y prácticamente todo lo que tenía con la muerte de Todd. Según Udell, no hay prueba fehaciente del envenenamiento, y la muerte se produjo por un ataque cardíaco, tal y como consta en el certificado de defunción, dos semanas después de que el marine tuviera síntomas de una intoxicación alimenticia que inicialmente achacó a unos rollitos de huevo que comió fuera de casa.

El informe de los trabajadores sociales dibuja sin embargo a Cynthia como una persona «altamente endeudada e infeliz por el hecho de tener que cargar con cuatro hijos». Incluso había sido denunciada por no atender a su prole. Varios amigos de la pareja han declarado que el marine Todd Sommer era muy estricto, y que ella se sentía acorralada.


LO DICHO Y HECHO

«Me aumenté los pechos porque pensé que me iba a levantar el ánimo tras la muerte de Todd»

1974: Nace en Carolina del Norte. 1994: Se casa por primera vez y tiene tres hijos. 1999: Se casa por segunda vez con el marine Todd Sommer. 2001: Nace su cuarto hijo. 2002: Fallece Todd Sommer a los 23 años por un ataque al corazón. Cynthia cobra 250.000 dólares del seguro de vida y se hace unos implantes en el pecho a los dos meses. 2003: Encuentran arsénico en la sangre de Todd. 2007: Es declarada culpable de asesinato.

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