ALBERT CASTILLON
El delegado del Ministerio de Fomento en Cataluña, Jordi Prat, ha admitido que seguirán produciéndose averías a lo largo del año en los trenes de Cercanías, sobre todo como consecuencia de la complicación que conllevan las obras del AVE. En otras palabras, los problemas seguirán y sobre todo en la estación de Sants, arteria principal de la red en Barcelona y donde se registra el mayor flujo de pasajeros. El señor Prat se ha curado en salud, si no puedes o no sabes resolver un conflicto, dí que es inevitable
y asunto resuelto, la conciencia tranquila. Vuelve la España de pandereta a tratarnos como tontos. Debemos exigir responsabilidades de una vez por todas.
Un retraso de Cercanías se ha convertido en una situación cotidiana, hemos aprendido a convivir con ella y por esta razón parece ser que quejarnos e indignarnos esté fuera de lugar. Los dirigentes de este país no se han parado a pensar que un retraso en Cercanías puede ser para cada uno de nosotros el equivalente a un problema de Estado para los gobernantes. Ellos consideran que los problemas provocados por los retrasos de Cercanías a cada uno de nosotros no son importantes. ¿Quién no ha perdido un negocio, un vuelo, suspendido un examen o simplemente no ha podido rehacer su vida sentimental por llegar tarde a la cita para pedir perdón? No podemos vivir pendientes de un reloj que no toca ni cuartos ni horas. El reloj de Cercanías
debe arreglarse de alguna manera, no
debe servir el «yo ya lo advertí que habría retrasos». Es más, al cliente se le debe tratar con amabilidad, con respeto. Y no sólo eso, si el servicio que se va a prestar ya se sabe de antemano que será deficitario o deficiente, ¿por qué no se adaptan las tarifas? O es que ustedes ¿pagan al mismo precio el caviar que el sucedáneo? o ¿pagan lo mismo por un kilo de angulas que por un kilo de gula del norte? Entonces me pregunto, ¿por qué tenemos que pagar a precio de primera
por un servicio de segunda?
En fin, en este país se demuestra una vez más que cuando se trata de monopolios, el cliente nunca tiene la razón. En los inicios del siglo XXI donde todo el mundo se coordina y se asocia para defender sus derechos, ¿quién defiende los nuestros ante los monopolios o los oligopolios? El Gobierno está claro que no.Lo que no ha dicho el señor Prat ni dirá, es que como medida cautelar van a reducir el precio del viaje mientras duren las obras del AVE.
Todo funciona igual, como el cambalache del tango. Primero pagas a las compañías de telefonía y luego reclamas. Primero demuestra que no eres culpable y luego te indemnizan. Primero paga la grúa aún siendo injusta y luego ya te lo devolverán, primero paga a Hacienda y si la declaración te sale negativa ya te devolverán tu dinero cobrado indebidamente, y no se te ocurra pedir intereses.Siempre el débil debe fiar a la poderosa máquina gubernamental o monopolística cuando es ella la que no sufre ni la cuesta de enero, ni la agonía para llegar a final de mes. Para que luego digan que el Gobierno nos protege y vela por los intereses de sus ciudadanos. Una vez más se demuestra que con lo público el cliente no tiene la razón.
En fin señor Prat, esperaremos su magnánima decisión porque intuyo que dimitir, no dimitirá. Sea benévolo.
Por cierto, este artículo ha sido escrito mientras esperaba un tren con una frecuencia de cinco minutos de paso.
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