Miércoles, 7 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6261.
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El informe del clima divide a EEUU en escépticos y defensores de Kioto
PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO

WASHINGTON.- La guerra del clima ha estallado en Washington. La Administración Bush reconoce que el cambio climático es un problema. Los demócratas, que controlan el Congreso desde noviembre, están a punto de crear una Comisión para estudiar el fenómeno. Y, por si eso no bastara, el 25 de febrero se fallan los Oscar de Hollywood, en los que el documental Una verdad incómoda, del ex vicepresidente Al Gore, parte como una de las favoritas para alzarse con la estatuilla a la mejor película de no ficción de 2006.

Un Al Gore que llegó ayer a España con un estatus de estrella del rock gracias a ese documental, que ha sido la tercera película en su género con mayor recaudación de la Historia, tras el virulento ataque a Bush de Michael Moore en Fahrenheit 9/11 y el más pacífico La marcha de los pingüinos. Una verdad incómoda también ha sido el origen de un libro que se ha convertido en número uno de ventas de la clasifiación que elabora The New York Times.

Claro que eso no significa que haya consenso al respecto del cambio climático. Por de pronto, Estados Unidos sigue sin ratificar el Protocolo de Kioto, un acuerdo internacional que el presidente, George W. Bush, calificó de «fatalmente defectuoso» al poco de llegar a la Presidencia.

Aunque no es un problema sólo de los republicanos. En agosto de 1997, el Senado, por una abrumadora mayoría de 95 votos a favor y ninguno en contra, emitió una resolución no vinculante en la que pedía a la Administración Clinton que no firmara el documento, puesto que éste no incluía límites para los países en vías de desarrollo en las emisiones de gases que provocan el efecto invernadero.

Un gran debate

Ahora, el informe de la ONU de la semana pasada ha añadido cierta ferocidad al debate. La semana pasada, el diario británico The Guardian informó que el think-tank conservador American Enterprise Institute (AEI) ha ofrecido 10.000 dólares (7.700 euros) a «científicos y economistas» para «socavar» el informe de la ONU sobre el cambio climático. El diario británico también recordaba que el AEI ha recibido 1.6 millones de dólares (1,25 millones de euros) en donaciones de ExxonMobil, la mayor petrolera privada del mundo y una empresa que ha destacado por su boicot a Kioto.

«Impreciso y difamatorio». Con esos términos reaccionaba ayer la portavoz del AIE, Véronique Rodman a las acusaciones del diario británico. Rodman hizo llegar ayer a EL MUNDO dos cartas enviadas por el AIE a, entre otros, el profesor Steve Schroeder, de la Universidad A&M de Texas, proponiendo una «revisión independiente» del informe de la ONU «que haga progresar el informe sobre el debate público» en esta cuestión. Los honorarios oscilan entre 7.500 y los 10.000 dólares.

Según Rodman «no es cierto que ExxonMobil, bien a través de sus donaciones o porque su ex consejero delegado, Lee Raymond, esté en su patronato, haya abandonado su independencia y haya accedido a realizar un trabajo por encargo».

El American Enterprise Institute es uno de los centros de estudios conservadores con más solera de Washington. Entre sus investigadores están la esposa del actual vicepresidente, Lynn Cheney, el padre del movimiento neoconservador en EEUU, Irving Kristol, y la principal figura el monetarismo, después del recientemente fallecido Milton Friedman, el economista Alan Meltzer.

Claro que otros conservadores sí parecen estar dando pasos decisivos en la dirección de Kioto. El 31 de agosto, el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, aprobó la Ley de Soluciones para el Calentamiento Global, que en la práctica supone que ese Estado -el más rico de EEUU- acepta parte de los compromisos de Kioto.

Entre tanto, la lucha se traslada al Congreso. Aunque ahí no está claro si va a haber consenso o no. «El Congreso simplemente quiere crear problemas a Bush. Pero no va a hacer nada», ha explicado a este periódico Chris Horner, al que Greenpeace acusó el año pasado de tratar de crear una alianza de varias empresas europeas -entre ellas la española Endesa- contra Kioto, acusación que él niega. Para Horner, «en realidad, algunas empresas eléctricas estadounidenses, como Duke Energy, una de las mayores del país, apoyan Kioto porque esperan recibir subvenciones que les permitan modernizar sus plantas».

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