Su pintura tenebrista sobre los efectos de las contradicciones morales en la conducta del hombre -con el pretexto de la antigua RDA y las actividades de la siniestra Stasi como telón de fondo- ha llenado sus vitrinas de reconocimientos internacionales: mejor película, mejor director y mejor guión en los premios del Cine Europeo; siete galardones en los Premios del Cine Alemán, Giraldillo de Plata en el Festival de Cine Europeo de Sevilla; nominada a los Globos de Oro como mejor película... y nominada como mejor filme de cara a los Oscar del próximo día 25.

No lo tendrá fácil con El laberinto del fauno enfrente, pero, salvo cataclismo, está claro que se lo jugarán entre ellos. «Me han dicho que el mexicano Guillermo del Toro es nuestro peor enemigo», bromea. El filme de Von Donnersmarck se estrena el próximo día 16 en toda España.

La vida de los otros es la vida del capitán Gerd Wiesler, uno de aquellos 91.000 agentes de la Stasi que durante 30 años -hasta la caída del Muro- se dedicaron a controlar con puño de hierro la vida de quienes no pensaban igual que el régimen de Erich Honecker, la vida de los apestados (intelectuales, sobre todo) que no atendían al ideal de la pureza comunista... la vida de los otros. En este caso, los otros son un célebre y díscolo autor teatral y su compañera, una actriz que no duda en poner su moral en juego con tal de evitar lo peor.

El tenebroso, aunque frágil, comisario político que protagoniza la película está encarnado con asombrosa dosis de tormento interior por el inmenso Ulrich Mühe.

Cambiar de actitud

«Mucha gente», explica el director, «me preguntaba por qué estaba interesado en contar la historia de un agente de la Stasi que se vuelve bueno. A ese tipo de personas se les puede explicar que, en el ser humano, es posible cambiar de actitud».

Para Von Donnersmarck, la idea central de una historia así estaba clara de antemano: «El punto de partida tiene que ver con la moral: hasta qué punto un ser humano es capaz de renunciar a sus principios para hacer valer sus sentimientos, o llegar a un equilibrio entre ambos».

Resulta desoladora, incluso a nivel cromático, la visión que La vida de los otros ofrece sobre la cotidianidad de aquel país y aquella época. Marrones, beiges, verdes y grises reinan en la recreación que de la RDA lleva a cabo el director alemán, quien ha procurado escapar de «un exceso de atrezzo germanooriental que pudiera distraer de la historia».

«Puede haber desolación, pero al final lo que domina es la esperanza», asegura. «En la vida, hay ambas cosas, pero lo más difícil a la hora de hacer una película es convertir una historia en algo positivo. Escribir algo negativo es fácil... aunque es cierto que lo trágico también forma parte de la belleza de la vida».

Una exhaustiva labor de documentación se encuentra en la base de La vida de los otros. Florian Henckel von Donnersmarck se pasó meses entrevistando a ex dirigentes y ex agentes de la Stasi, a ex detenidos y a prostitutas que servían de relajantes a los responsables de la policía secreta de la RDA.

¿Cuál es la huella que aquellas experiencias dejaron en ellos?: «Lo más terrible de la violencia psicológica es que las víctimas no tienen cicatrices visibles», cuenta el realizador, «así que, en el año y medio que me llevó investigar el tema, lo complicado fue dar con las cicatrices de las víctimas: en los ojos, en la forma de hablar, en la forma de moverse...».

'La vida de los otros' se sitúa en las antípodas de la que hasta ahora ha sido la película más célebre ambientada en la RDA: 'Goodbye Lenin!', del también alemán Wolfgang Becker. Entonces, Becker tiró del género de la comedia para escenificar las transfomaciones de la RDA con la caída del Muro. Un muchacho lleva a cabo una disparatada puesta en escena para impedir que su enferma madre se entere de lo que ocurre. La película fue un fenómeno; un éxito que Von Donnersmarck analiza así: «A mí me gustó mucho, pero, si 15 años después del fin del III Reich, algún guionista hubiera contado una historia sobre un chaval de las juventudes hitlerianas que le dice a su madre que el 'Führer' sigue vivo y que Goebbels sigue haciendo discursos sobre que Berlín está libre de judíos... ¿eso se hubiera considerado como algo emocionante? Y con esto no estoy comparando a la RDA con el III Reich, pero también era un sistema capaz de asesinar y torturar».

No es el éxito de 'Goodbye, Lenin!', sino la repetición de su fórmula, lo que le molesta: «Las comedias son un género legítimo, pero, cuando sobre un tema sólo se hacen comedias, es preocupante. La gente de la Alemania Oriental nos agradeció que por fin hubiera una película sobre la antigua RDA que no tuviera tratamiento de comedia. Por primera vez, se sentían tomados en serio por el cine».