Miércoles, 7 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6261.
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Struth zanja la polémica de su obra en el Prado al decir que encaja en el «contexto»
El museo defiende la exposición del fotógrafo alemán, experto en retratar grandes pinacotecas
ANTONIO LUCAS

MADRID.- Entras y, allí donde Rafael se adivina, aparece una fotografía de Thomas Struth (Geldern, 1954) tomada en el Instituto de Arte de Chicago en 1990. Sigues y, donde preside El Greco, se ha colado como de rondón una instantánea del mismo autor donde aparece un grupo de gente mirando Las hilanderas de Velázquez.

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El Museo del Prado, en un acercamiento a esa dinamización de la pinacoteca a la que no es ajena el arte contemporáneo, ha apostado por colgar de sus paredes, en las zonas nobles de la institución, una selección de 10 imágenes del fotógrafo alemán. La instalación, prevista hasta el próximo mes de marzo, se recoge bajo el título de Making time y reúne una selección del trabajo que Struth realizó en 2005 en este y en otros museos del mundo.

«Consideramos que era un buen momento para ver estas obras en el Prado», subraya el director de la institución, Miguel Zugaza. «Su discurso tiene que ver con esa retórica tan habitual del Siglo de Oro que se refiere al cuadro dentro del cuadro, creando un diálogo que consideramos ciertamente interesante. Desde el principio pensamos que la forma de mostrar esta instalación debía ser contenida. Por eso la hemos llevado a cabo de una manera natural y silenciosa».

En este sentido, Zugaza seguirá apostando por el Prado como un «espacio vivo» que no pierde el referente de la actualidad. «No queremos ocupar el espacio que le corresponde a otros centros, pero no hay museos inmutables y no olvidamos que el arte contemporáneo está revisando como nunca antes su relación con la tradición, con el pasado. Estamos abiertos a todo lo que sea interesante. ¿Por qué un día no puede haber temporalmente algo de Tàpies?». Y sobre las obras desplazadas para este proyecto: «Cuando finalice la muestra, se repondrán a su lugar, y habrá alguna más de las que no están ahora».

Thomas Struth, el protagonista de esta aventura, pensó minuciosamente la situación de cada una de sus fotografías, nada quedó al azar. «No ha sido fácil distribuir mi trabajo dentro de esta magnífica colección, tan compacta. He podido plantear diálogos que el museo no tiene ahora, como enfrentar Las hilanderas con El Greco, por ejemplo. Hacerlo hoy con una fotografía donde se funden obra y espectador es otra forma de pintura».

Struth está considerado uno de los fotógrafos alemanes actuales más intensos, y más cotizados. Sabe del privilegio que es ser el primer artista vivo que cuelga en solitario en el Prado, pero no le pesa el desafío. Ni siquiera la presunta polémica suscitada por esta instalación: «En definitiva, mis trabajos tienen que ver con el contexto del museo. Retrato desde distintas perspectivas algunas de las obras maestras de la pintura, no estoy exhibiendo desnudos, o imágenes de edificios, o de barcos», comenta.

Sabe del riesgo de esta iniciativa. Igual que lo conoce Miguel Zugaza. «Nos pareció desde el principio una propuesta muy interesante, igual que es susceptible de ser criticada. De momento, es la primera fase de una instalación que tendrá su segunda entrega cuando quede inaugurado el edificio de la ampliación», explica.

Struth define bien esa sensación de tener piezas colgadas junto a algunos de los grandes creadores del arte: «Es como ir en canoa y no saber si lo que vendrá al final es una cascada o un lago de aguas tranquilas». De momento, las aguas venían algo picadas. Ahora queda ver cómo se aposenta este vis-à-vis en la mirada.

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